El Papa

Quo Vadis, Domine?
Orlando Fedeli

 
Apéndices:

Introducción
 
Cuenta una leyenda poética –si no verdadera, bien encontrda – que cuando se dio la primera persecución a los cristianos en Roma imperial, San Pedro, mal aconseado, --En la ciudad de la loba, ¿habría ya, entonces, Monseñores de buena voluntad? --resolvió dejar Roma, salir de la ciudad eterna, para evitar la muerte. Y, estando en la Vía Ápia, ya a algunos quilómetros de la Ciudad eterna, se le apareció Cristo cargando su cruz, yendo en dirección a Roma. Y el primer Sumo Pontífice le preguntó:
Quo Vadis, Domine?”  (“¿A dónde vas, Señor?”)
 
A lo que Jesús le habría respondido:
 
“Voy a Roma, para ser de nuevo crucificado, visto que tu abandonas mi rebaño”.
 
Y Pedro, comprendiendo su error, y arrepentido, retornó a Roma  para ser crucificado.
 
Esa historia puede no haber acontecido.
 
La lección aconteció, algunas veces, en la Historia.
 
¿Podría acontecer de nuevo?
 
Ella nos vino a la mente, esta semana, después de leer vários sermones históricos.
 
El primero, el del Cardenal Ratzinger, en la Misa Pro Eligendo Pontífice, abriendo espectacularmente el Cónclave. Otro, el del Papa Benito XVI, luego después de elegido. Cerrando desanimadamente el Cónclave. Un tercero, el de Benito XVI agradeciendo a los Cardenales que lo eligieron. Finalmente, el último, pronunciado el día domingo 24 de Abril, en la Misa de entronización del nuevo Papa.
 
Fueron discursos bien diferentes, pareciendo no ser de una misma persona, ya que son tan contrastantes, en su primer significado.
 
Lo cual causó realmente y literalmente perplejidad universal.
 
Saliendo del Cónclave, vários Cardenales izquierdistas, de la llamada ala liberal – pro modernista- garantizaron que Benito XVI sería muy diferente del Cardenal Ratzinger.
 
¿Cómo sabrían eso?
 
¿Habría, en el Cónclave un aparato capaz de detectar, no sólo las idéas sino también, el futuro del Papa? ¿un aparato revelador de lo que el Papa haría? ¿Habría allí una Raztzingermancia? ¿Tendrían un aparato ultraratzingergráfico?
 
O, más simplemente, ¿se combinó lo que el Papa haría?
 
Por más que algunos Cardenales modernistas quieran afirmar que el Papa Benito XVI será diferente del Cardenal Ratzinger —o el de los últimos tiempos del reinado de Juan Pablo II – el Cardenal Ratzinger y el Papa Benito XVI son la misma persona.
 
Por más que la gracia y el carisma pontifício sean eficaces, ellos no causan una división de mentalidad, o una diferencia díametral en la expresión del pensamiento real del Papabile y del Papa electo.
 
Entretanto, la palabra del Cardenal Ratzinger, el lunes, en la Misa de apertura del Cónclave fue una. y bien clara. La palabra de Benito XVI, luego después de ser elegido Papa, fue otra. Bien obscura y de tono totalmente diferente. y la palabra de Benito XVI en el sermón de la Misa de entronización fue bien nebulosa, por lo que coloca en las líneas, y por lo que deja entrever en las entrelíneas.
 
El Cardenal Ratzinger, el lunes, iniciando el Cónclave, habló como eco de una voz del cielo,  asustando y dejando furiosa la izquerda modernista  de un lado, y de otro, dando ánimo a los fieles cansados de oír las voces de la tierra. Y esa voz – en do mayor -- causó ódio en los teólogos de los medios, en los “vaticanistas de padaria”, que sólo quieren oír las voces de la tierra, voces que rugieron amenazadoras y ofensivas, impotentes y prácticamente cismáticas.
 
Así se manifestaron teólogos de la textura de los kungs, bofes y bettos.
 
Así se manifestaron los vaticanólogos de los medios. Prácticamente todos cantando la misma canción. Como que obedientes a un sólo maestro invisible.
 
Pero, en el sermón del Miércoles, después de elegido Papa, el ex Cardenal Ratzinger, ya entonces Benito XVI, pareció hablar afinado a la voz de la tierra,-- en ré menor  --volviendo a dar ánimo a los modernistas de todos los matices. Los más exaltados  modernistas concedieron entonces, al Papa, cién días de tolerancia y de observación...
 
Después...
 
¿Qué habría acontecido  a la voz de Ratzinger-Benito XVI entre el Lunes y el Miércoles?
 
¿Por qué el cambio súbito de tono mayor para tono menor?
 

Pro Eligendo Pontífice
 
            En el sermón de la Misa Pro Eligendo Pontífice, el Cardenal Ratzinger se negó a hacer un discurso electoral, neutro, para captar votos. Por el contrário, hizo un discurso desafiante, exponiedo su pensamiento de modo contundente, atacando conceptos que estaban en voga y en la moda eclesiástica, desde el Vaticano II.
En ese discurso, el Cardenal Ratzinger denunció y condenó con toda a claridad la “dictadura del relativismo”. Ahora, es imposible negar que  la difusión del relativismo creció muchísimo gracias al ecumenismo del Vaticano II y a su estilo “pastoral”.
 
Dijo el Cardenal Ratzinger:
 
Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo”.
 
Y defendió a los que no temen defender la fe integralmente, y que, por eso mismo, son apodados por los relativistas como “fundamentalistas”:
 
Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es frecuentemente catalogado como fundamentalismo”.
 
Por más que se queira, y hasta que se pueda, interpretar esas palabras a la luz de la doctrina del Ratzinger, teólogo del Vaticano II, ellas fueron entendidas, en el contexto histórico en que fueron dichas, como una reprovación del relativismo conciliar vigente hace cuarenta años. Pues fue el lenguage ambígüo del Vaticano II que hizo instaurar en los ambientes de la Iglesia, y mismo en el mundo, la Dictadura del Relativismo. Y son los opositores del Vaticano II quienes son, hoy, apodados de “fundamentalistas”, cuando defienden la doctrina católica de siempre.
 
Ratzinger dejaba bien claro que solamente una fe verdadera podría realizar la unidad, pues que, sin la verdad, no hay ni caridad, y ni unidad.
 
Lo que era una crítica indirecta a todo el ecumenismo nacido del Vaticano II. Pues, aunque un texto conciliar haya condenado el relativismo, lo que resultó, en concreto, de la aplicación práctica de los documentos conciliares sobre el ecumenismo, fue colocar el amor sobre la verdad. Para conseguir la unidad ecuménica, prácticamente, o se relegó la verdad para un último plano, o se la olvidó completamente. Además, el Vaticano II preconizó el método de buscar, en los herejes y en las herejías, más los puntos de semejanza que los puntos de disención doctrinaria. La Iglesia siempre hizo lo opuesto: siempre condenó el error sin procurar lo que los herejes aún admitian de verdad. Después del Vaticano II, se buscó la unidad en el amor y no en la Fe. y el resultado fue un relativismo creciente que acabó imponiéndose en todos los ambientes eclesiásticos. Dictatorialmente. y es lo que constató el Cardenal Ratzinger en su discurso al condenar la “Dictadura del Relativismo”.
 
Ratzinger afirmó, entonces, delante de los Cardenales reunidos para el Cónclave:
Debemos madurar esta fe adulta. A esta fe debemos guiar el rebaño de Cristo. y es ésta fe - y solamente la fe - que crea unidad y se realiza en la caridad.
E intrepidamente criticaba el Cardenal a los actuales herejes, comparándolos a los niños inestables, y a ondas batidas y agitadas por el viento:
En contraste con las contínuas peripécias de aquellos que son como niños batidos por las olas, S. Pablo nos oferece a este propósito una bella palabra: practicar la verdad en la caridad, como fórmula fundamental de la existência cristiana. en Cristo, verdad y caridad coinciden. en la medida en que nos aproximamos de Cristo, así también en nuestra vida, verdad y caridad se funden. la caridad sin la verdad sería ciega; la verdad sin la caridad sería como «un címbalo que tine» (1 Cor 13, 1). (El destaque es nuestro).
Este lenguage claro y desafiador demostraba una voluntad de no entrar en acuerdos, de no ceder nada a la herejía modernista. Era la palabra de un hombre consciente de su responsabilidad en la defensa de la Fe. El no adulaba a la izquierda modernista del Cónclave, implorando sus votos. Hablaba como seguro de la victoria, y  sólo queriendo la victoria de la doctrina católica de siempre.
 
Y fue lo que comentó Jeff Israely, periodista  del Time:
 
Y entonces, el Lunes del cónclave, él [Ratzinger] hizo una homilia que
 efectivamente declaró su candidatura, tornando evidente que no
 transigiría con sus ideales para ganar votos. fue un desafío lanzado
 a los posibles concurrentes y un encorajamento a quien lo apoyaba. "¿Qué
 historia es esa de declarar todo un programa para el futuro de la
 Iglesia?", perguntó el partidario de un Cardenal izquierdista. "Aquel debería
 ser un momento para que el decano de los Cardenales reflexionara sobre el proceso espiritual en el cual ellos estaban prestos a entrar, no para declarar sus
 puntos de vista."
(JEFF ISRAELY, The Conquest of Rome -- The stealth campaign for Ratzinger began 18 months ago. An inside look at how he won,  Sunday, April 24, 2005).
 
Claro que ese discurso causó revelión entre los teólogos modernistas más avanzados e importantes como Hans Kung, o en teólogos de subúrbio marxista como el ex frei Boff, así como en su eco fidelista, el petista semi fray Betto. la prensa registró los aullidos de los lobos  -- porque siempre hay lobos interesados en la elección del Pastor-- protestando amenazadoramente contra el Cardenal Ratzinger, llegando algunos díarios a pretender estúpidamente ligarlo al nazismo.
 
A pesar de este lenguage osado y desafiante contra el Modernismo, el Cónclave fue corto. El Miércoles, día 20 de Abril, el Cardenal Medina, con rosto que parecería preocupado, anunció, en la “loggia” de San Pedro el “gran gáudio” de que fuera elegido Papa el Cardenal Ratzinger, y que él escogiera el nombre de Benito XVI.
 
 
Primera sorpresa; ¡Ratzinger rechazó llamarse Juan XXIV !
¡¡El rechazó llamarse Pablo VII !!
¡¡¡Ratzinger rechazó inclusive llamarse Juan Pablo III !!!
 
Obviamente, Ratzinger no quizo adoptar nombres de los Papas conciliares, de los Papas que habían hecho y promovido el Concílio Vaticano II.
 
¿Tendría eso algún significado?
¿Si lo tuviese, sería eso el indicativo de un enfriamiento de él con relación al Vaticano II?
 
Los Papas elegidos, al adoptar un nombre, siempre indican por ese medio lo que desean llegar la realizar.
 
Levantamos la hipótesis de que no queriendo tomar el nombre de uno de los Papas conciliares, Ratzinger optara por un nombre de Papa anterior al Concílio, pero del siglo XX. Ahí  la escogencia quedaba limitada a tres nombres: León, Benito y Pío.
 
 Se escolhese Pio, ele se llamaria Pio XIII, el que seria un nombre demasiado polémico, pues que daría idea de favorecer a los sede-vacantistas, los cuales señalan a Pío XII como el último Papa legítimo y verdadero.
León era un nombre excesivamente longínquo. y rugidor.
 
Quedaba Benito.
 
Y Benito sería un nombre bien ambíguo, pues podría ser entendido por los modernistas como que aceptando Ratzinger ser un continuador de un enemigo de San Pío X y de su obra, como lo fue Benito XV.
 
Y Benito XV escogiera el nombre Benito inspirandose en el romance Il Santo, del modernista Antonio Fogazzaro, autor condenado por San Pío X, y cuyo romance—además bien chato y bien herético – fue colocado en el Index. Por todo eso, el nombre Benito agradaría a la izquierda.
 
 Pero el nombre Benito podría ser entendido también como queriendo hacer una obra similar a la de San Benito, constructor de la Europa cristiana, hoy ameazada por la Ideología del Mal promovida por el Parlamento Europeo. y esto agradaría la derecha.
En el Vaticano, el lenguage ambíguo es tradicional, aunque no sea tradicionalista.
 
Luego, nos llegó una información venida de un docto sacerdote de Rio, ponderándonos justamente que Ratzinger estuvo en Subiaco en la víspera de la muerte de Juan Pablo II, y que, allá, hizo una predica hablando de la construción de Europa por San Benito. Además de eso, Ratzinger siempre demonstró preocupación con la Liturgia, y combatira la destruición del espíritu de la Liturgia causada por la Nueva Misa de Pablo VI. Y la Orden de San Benito siempre estuvo ligada a la cuestión litúrgica. eso explicaría el nombre de Benito asumido por el Papa Ratzinger.
 
Ahora, el propio Papa hizo conocer que escogió el nombre Benito quiere por causa de Benito XV, que había trabajado por la paz—cosa que os franceses nunca creeron, pues acusaban a Benito XV de ser germanófilo – como por causa de San Benito, pilar de la Cristandad européa.
Griegos y Troyanos eran satisfechos. La ambigüedad continuaba
 
El día 23 de Abril, Monseñor Crispino Valenziano, consultor de la Sala de Celebraciones Litúrgicas Pontifícias, explicó que Benito XVI no «fue elegido sucesor de Juan Pablo II, sino de Pedro».
Curioso...
 
Explicó más:  «el Papa Benito XVI dio inicio solemne a su pontificado en la plaza de San Pedro, «pues es el lugar del martírio de Pedro», donde se encontraba el circo romano de Nerón, explicó, y no por motivos logísticos.
Esto es,  la Misa no fue hecha en la Plaza de San Pedro por causa de la multitud de fieles. Sino que fue rezada allá, por causa que allá fue el lugar del martírio de San Pedro. Benito XVI pensava en el martírio de San Pedro. Ocurrido después del Quo vadis...
¿Por qué Benito XVI pensó en el martírio de San Pedro?
 
Mons. Valenziano, miembro de la Comisión Pontifícia de Arqueología Sacra, explicó que la Misa de este domingo comenzó con una estación («statio») en el sepulcro de San Pedro para significar que «Pedro comience desde donde está Pedro».
 
¡Curiosísimo!...
 
¡Verdaderamente curiosísimo!
 
Entretanto, es preciso ponderar que si todo Papa es sucesor de San Pedro, eso no obsta – ¡es óbvio! --considerarlo sucesor del Papa que acabó de fallecer. Tanto más que Benito XVI, mismo que no haya adoptado el nombre de ninguno de los Papas conciliares, no dejó de recalcar, en un sermón hecho a los Cardenales, en la sala Clementina, el día 22 de Abril, que le era caro, en aquel momento, volver su pensamiento “a mis venerados predecesores, Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo I, y Juan Pablo II”.
 
De los cuales, sinembargo, no quizo adoptar el nombre...
 
¿Por qué el nombre Benito?...

En cuanto los católicos fieles se regocijaban con la elección de un Papa cuyo lenguage era opuesto al de la herejía relativista, los teólogos modernistas  vociferaban su fúria contra el Papa elegido.
 
En medio de la alegría general oficial, un Cardenal demonstró públicamente su decepción e irritación con la elección de Ratzinger: fue el Cardenal Daneels de Bruxelas, que groseramente afirmó que aunque Benito XVI  «haya sido elegido legitimamente por el colégio cardenalicio, si me preguntasen si es el  candidato ideal, esa es otra cuestión ....Continúo pensando lo mismo que antes a respecto de él».
 
Para el Cardenal Daneels, Benito XV continuaba siendo el Cardenal Ratzinger.
 
Y la mídía internacional no escondía sus temores: el “Gran Inquisidor” fue elegido Papa.
 
Como ya dijimos, pronto algunos Cardenales comenzaron a anunciar que Benito XVI sorprendería, porque sería bien diferente del Cardenal Ratzinger.
El Presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Cardenal Karl Lehmann, demonstró una sorprendente esperanza de que los medios de información, que tanto habían criticado al Cardenal Ratzinger, corregirirán sus opiniones al verificar el pontificado de Benito XVI, al leer los libros que escribió antes, y al estudiar mejor su pasado. “Benito XVI va a convencer a los medios de comunicación”, declaró el Cardenal Lehmann a la televisión alemana.
¿Cómo podría él adivinar el futuro?
¿Accionó el ultraratzingergráfico?
Y Lehmann siempre fue bien contrário a la orientación de Juan Pablo II y a la de Ratzinger, por ejemplo, en la cuestión del aborto.[¿Y cómo es posible un Cardenal católico divergir del Papa en una cuestión tan grave como la del aborto? ¿Defender el aborto o incentivarlo es pecado que conlleva excomunión automática, latae sententiae. ¿Habría entonces Cardenales pasibles de excomunión?]
En el diario Le Monde, Henri Tincq afirmaba con seguridad:

Por trás del Cardenal Ratzinger, despunta ahora Benito XVI. Como si su elección para ocupar el trono de San Pedro hubiese transformado a este eminente representante de la jerarquía de la Iglesia Católica en una figura de "pastor" que nadie sospechaba que fuese capaz de asumir. Esa mutación, con toudo, no se hará en un solo día. Benito 16 no posee el carisma de las multitudes que caracterizaba a Juan Pablo 2º, ni la energía del su salud de mano o de su palabra”.
 
¿Cómo podía él garantizar eso?
 
¿Haría un gráfico de Benito XVI aplicándole la esotérica ciencia de la Ratzingermancia?
 
El ex frayle Boff, inicialmente, había declarado que Benito XVI sería un Papa difícil de ser amado...
 
Y el semi-frayle Betto se apresuró a declarar que el nuevo Papa iba a reforzar a los conservadores en Brasil, y que la Iglesia Católica “dio un paso atrás” al elegir al Cardenal alemán Joseph Ratzinger, ahora Papa Benito XVI, como nuevo pontífice.
 
La elección del Cardenal Ratzinger es una señal de que la dirección de la Iglesia está más confusa y perdida de lo que se imaginaba”(,,,)  ”Elegir al responsable por la ortodoxia, jefe del antiguo Santo Ofício, es gesto de retración y defensa frente a un mundo conturbado, que espera de Roma más que anatemas, censuras, desconfianzas y segregaciones”.En el último sermón como cardenal, Ratzinger acusó a la cultura occidental de relativista, condenó el marxismo, el liberalismo, el ateísmo, el agnosticismo y el sincretismo, como quien insiste en rechazar el pluralismo cultural y religioso, la diversidad de culturas, y sueña con una Iglesia institucionalmente soberana entre pueblos y gobiernos, imponiedo valores y normas. Es el regreso a la Cristandad, cuando la Iglesia imperaba en el período medieval”. (Fray Betto, Artículo )
 
El va a reforzar los sectores más conservadores de nuestra Iglesia, sobre todo en lo que concierne a la nominación de nuevos obispos y Cardenales”, dijo ese dominicano-cubano. “Y eso posiblemente va a afectar el trabajo de las comunidades eclesiales de base desencadenado en Brasil en los últimos 40 años.”.
 
Fray Betto, que definió la elección del nuevo Papa como una escogencia infeliz”. “El Cardenal Ratzinger dijo que, con excepción del catolicismo, todas las religiones son imperfectas. Eso me suena como una cosa muy grave. Pido a Dios que Benito XVI contradiga al Cardenal Ratzinger”, añadió Fray Betto. (Uol-- 29 de Abril de 2005  Frei Betto. Além do Fato: O retrocesso ronda a Igreja. Jornal do Brasil, 20.04.2005)
 
El teólogo Fernando Altemeyer Jr., ex sacerdote y oidor de la PUC-SP, dijo creer que el perfil conservador atribuído al Cardenal Ratzinger no será tan evidente en el nuevo pontífice:
 
El cambió de lugar. Creo que, ahora como papa, será completamente diferente en el estilo de que como cardenal”, afirmó Altemeyer, que dijo esperar un pontificado “de diálogo, apertura y mayor sensibilidad”.
 
Ahora, ese “teólogo” erró redondamente sus previsiones hasta en la hora de la elección, porque cuando ya salía humo blanco de la chimenea de la Capilla Sistina, garantizaba, en una entrevista radiofônica, que la elección iba a demorar. Y esperaba la elección de un Papa, quien sabe, asiático...
 
Después de la elección de Ratzinger, ¿cómo podía prever tan seguramente lo que iba acontecer, más  luego, y lo que nadie—ni él -- esperaba?
 
¿Recibió por fax el resultado del examen de Benito XVI através del ultraratzingergrafico ?
 
¿Habría recibido algún telefonema de Roma, contándole lo que aconteciera en el Cónclave, y que dejara el rosto del Cardenal Medina tan preocupado al clamar: “Gaudiun Magnum”?
 
Luego, el Cardenal-Arzobispo de São Paulo, Dom Cláudio Hummes, dijo que el Papa Benito XV, como querían los modernistas radicales. “podría convocar un nuevo concílio ecuménico para la actualización del Vaticano II”, “porque, si muchas de las directrices del último concílio continúan actuales, el mundo cambió y coloca a la Iglesia delante de nuevas realidades”.
 
Monseñor Hummes constata entonces que el Vaticano II, al completar cuarenta años, ya fue superado. Está desactualizado.
 
¡Que vida tan corta!...
 
¿Y será que la Iglesia tiene que adaptarse siempre a los cambios del mundo? ¿No sería su misión hacerle al mundo aceptar la verdad de Cristo que jamás cambia?.
 
“No os conformeis con este siglo”( Rom, XII, 2).
“Ahora, el mundo pasa, y su concupiscencia con él, mas el que hace la voluntad de Dios permanece eternamente” ( I Jo. II, 17).
 
Lo que dijo Monseñor Hummes fue exactamente lo que siempre habían exigido los modernistas radicales: una actualización del Vaticano II, para expresar en letra clara – negro sobre blanco -- lo que el Vaticano II insinuaba en su “espíritu”, en sus ambigüedades... diplomáticas...
 
Ahora, a la medida que insistentemente se difundía, proveniente de Cardenales que habían participado del Cónclave, la información que el Papa Benito XVI sería bien diferente de lo que fuera el Cardenal Ratzinger, más aumentaba la expectatiba de los fieles.
 
 ¿Qué diria el nuevo Papa en su primer sermón como Papa?
 
Sermón de la Misa Pro Ecclesia
 
Luego después de clausurado el Cónclave, Cardenales de la izquierda, opositores de Ratzinger, hicieron declaraciones triunfantes, que después fueron repetidas como se fuesen una palabra de orden por la mídía y por líderes izquerdistas: Benito XVI no será el Cardenal Ratzinger, porque el papado cambia a la persona.
Y en la su primera Misa,-- "MISA POR LA IGLESIA UNIVERSAL"--, realizada en el Miércoles,  día 20 de Abril, Benito XVI se expresó en tono y vocabulário bien diferentes del que usaba Ratzinger en los últimos años, y, hasta inclusive, dos días antes.
Ratzinger parece haber cambiado bastante durante su vida. Pero cambiar tan rapidamente es bien extraño, y  es demasiado.
Claro que sabemos que el Cardenal Ratzinger fue uno de los teólogos modernistas del Vaticano II. Claro que, mismo cuando era Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, publicó libros y artículos defendiendo  tesis de las más “avanzadas”, y que afirmó que la Gaudiun et Spes era un Anti Syllabus, y cosas hasta peores.
Entretanto, su actuación en los últimos años dio por lo menos la impresión de estar mudando en algo más profundo. De ahí el ódio que contra él profesan los exponentes del Modernismo radical. y los malos no se engañan en su ódio.
Y es evidente que una persona puede cambiar, y que en el cambio puede tener vacilaciones. Ratzinger cambió en el pasado. ¿Cambió de nuevo, en dos  días, al hacerse Benito XVI?
Ya en el saludo inicial del sermón de Benito XVI, en la Misa Pro Ecclesia, se nota la diferencia de tono, pues el Papa saludó así:
“Venerables Hermanos Cardenales, queridísimos Hermanos y Hermanas en Cristo, vosotros todos, hombres y mujeres de buena voluntad”
El llamar a los simples fieles de hermanos y hermanas, y no de “hijos” deja ver inmedíatamente una adhesión al nuevo estilo, más igualitário, del Vaticano II. Y peor que eso es el saludo “A vosotros todos, hombres y mujeres de buena voluntad”.
Ahora, ¿quiénes son esos misteriosos “hombres de buena voluntad”—y ahora también “mujeres de buena voluntad”-- que no se incluyen entre los hermanos y hermanas del Papa, en la Fe?
 ¿Quiénes serían esos muy misteriosos “hombres -- y mujeres -- de buena voluntad”, sino aquellos de quién escribió Jules Romain en su série de romances  sobre los masones, esto es,  “Les Hommes de Bonne Volonté”? ¿Serían “Los hombres de buena voluntad a la procura de una Iglesia”? (Cfr. Jules Romain, Les Hommes de Bonne volonté – Á la Recherche d´ Une Église). o entonces “Los Hijos de la Luz”, como fueron llamados los amigos de Juan XXIII, en el romance de Roger Peyrefitte, Les Fils de la Lumiére”?
Extraño saludo que coloca Benito XVI en la misma línea de los Papas que usaron ese tipo de saludo, y de los cuales, obviamente, él no quizo adoptar el nombre...
Luego después, Benito XVI evocó la “diplomática” y ambígua definición de Iglesia de la Lúmen Gentiun al decir:
Dios que, a través de su Iglesia, desea formar, de todos los pueblos, una gran família, mediante la fuerza unificadora de la Verdad y del Amor (cf. Lumen gentium, 1).
Es cierto que Benito XVI señaló también la unión en la Verdad, cosa que no aparece en la definición de Iglesia en el número 1 de la Lumen Gentium, y ni hizo mención de la Iglesia como siendo “como que el sacramento, o la señal e instrumento de la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el Género humano” (Lumen Gentium, 1).
Es cierto aún que en el discurso que haría a los Cardenales en la Sala Clementina, acabó citando ese texto entero de la Lúmen Gentium, inclusive la parte en que se define la Iglesia como sacramento:
Antes que todo la gratitud.  Siento, en primer lugar,  deber dar gracias a Dios, que, apesar de mi fragilidad humana, me quiso Sucesor del apóstol Pedro, y me confió la tarea de regir y guiar la Iglesia, para que sea en el mundo sacramento de unidad para todo el género humano (cfr. Lumen gentium, 1). (Benito XVI. Discurso a los Eminentísimos Señores Cardenales Presentes en Roma. Sala Clementina, Viernes, 22 de Abril de 2005).
De todos modos, sinembargo, era algo que no se esperaba de la persona que había hablado dos días antes contra la dictadura del relativismo, y que la unidad sólo se alcanza con la verdad.
Y para resaltar la adhesión al Vaticano II, Benito XVI hizo explícita referencia a la Colegialidad:
Así como Pedro y como los otros Apóstols constituyeron por voluntad del Señor un único Colégio apostólico, del mismo modo el Sucesor de Pedro y los Obispos, sucesores de los Apóstoles el Concílio lo recordó con vigor (cf. Lumen gentium, 22) deben estar entre sí intimamente unidos. Esta comunión colegial, mismo si en la diversidad de los papeles y de las funciones del Romano Pontífice y de los Obispos, está al servicio de la Iglesia y de la unidad en la fe, de la cual depende en gran medida la eficiencia de la acción evangelizadora en el mundo cayerporaneo. Por consiguinte, por esta vereda por la cual caminaron mis venerados Predecesores, también yo pretendo proseguir unicamente preocupado en proclamar al mundo entero la presencia viva de Cristo”.
Benito XVI explícitamente aún presentó el Vaticano II—causa de tantos desvóos de ruta, de tantas confusiones, de tantas crisis y apostacías--  como la brújula segura para los años futuros de la Iglesia:
Con el Gran Jubileo fue introducida en el nuevo milenio llevando en las manos el Evangelio, aplicado al mundo actual a traves de la autorizada repetida lectura del Concílio Vaticano II. Justamente el Papa Juan Pablo II indicó el Concílio como "brújula" con la cual orientarse en el vasto oceano del tercer milenio (cf, Carta apost. Novo millennio ineunte, 57-58). También en  su Testamento espiritual él anotaba: "Estoy convencido que aún será concedido a las nuevas generaciones beber de las riquezas que este Concílio del siglo XX nos concedió" (17.III.2000)”.
¿Y por qué hablar de brújula en esa hora? Quien habla de brújula, habla de rumbo.
 
Ahora, el discurso de Ratzinger en la apertura del Cónclave, indicaba un cambio de rumbo en la Iglesia. Una “media vuelta vuelve”,  diciendo que la Iglesia debía tomar un rumbo diametralmente opuesto al que fuera seguido, hace 40 años, desde el Vaticano II. Ahora, en este nuevo sermón, Benito XVI garantiza que seguirá en el mismo rumbo indicado por a brújula ambigua del Vaticano II.
 
¿Alguien habría reclamado contra el heroico “media vuelta volver” de Ratzinger candidato a Papa?
 
¿Alguien habría exigido – y bajo amenaza — que Benito XVI siguiese el mismo rumbo sin norte del Vaticano II, que hace apartarse a la Iglesia de lo que ella siempre enseñó? ¿Separado la Iglesia de las dos columnas de que habla el sueño de Dom Bosco, la Misa y Nuestra Señora?
 
¿Alguien habría reclamado que el Cardenal Ratzinger proclamara el deseo – y el programa -- de que el Papa regresase a Roma, de donde, como Pedro se había apartado?
 
Misterio...
De ahí, Benito XVI proclama su propósito de continuar con vigor y decidida voluntad” en las sendas del Vaticano II, él que pedía que fuese hecha una “reforma de la reforma”, por lo menos en la Liturgia:
Por consiguiente, también yo, al prepararme para el servicio que es propio del Sucesor de Pedro, deseo afirmar con vigor la voluntad decidida de proseguir en el compromiso de actuación del Concílio Vaticano II, en el seguimento de mis Predecesores y en fiel continuidad con la bimilenária tradición de la Iglesia”.
Sólo que en el final de la frase, en típico lenguage “pastoral”, Benito XVI coloca una restricción lefevrista: él seguirá con “vigor y voluntad decidida” el Vaticano II, pero “en fiel continuidad con la bimilenária tradición de la Iglesia”.
Ahora, esa condición era la exigida por Mons. Lefebvre, y va contra los que defienden el “espíritu del Vaticano II”.
¿Al final, Benito XVI va a seguir el espíritu o la letra del Vaticano II, y, aún así a la luz de la tradición bimilenaria de la Iglesia?
            Además, si se habla de relecturas del Vaticano II a la luz de la Tradición, se está confiesando que su lectura primera puede dar paso por lo menos a dos  sentidos diferentes. Y eso es la confesión de la ambigüedad de los textos Vaticano II.
Decididamente, ¿para donde va Benito XVI? ¿Para donde apunta la brújula del Vaticano II?
Quo vadis, Domine?
 Contrariando frontalmente lo que dice el Cardenal Hummes sobre la necesidad de actualizar el Vaticano II en un Vaticano III -  Libera nos, Domine!!! – Benito XVI declaró:
Con el pasar de los años, los Documentos conciliares no perdieron actualidad; al contrário, sus enseñanzas se revelan particularmente pertinentes en relación a los nuevas situaciones de la Iglesia y de la actual sociedad globalizada”.
Portanto, nada de convocación de un Vaticano III.
Entretanto, la postura ecuménica del nuevo Pontífice es indudable, dejando perplejos a aquellos que quedaron contentos con las palabras del Cardenal Ratzinger condenando el relativismo;
 “El actual Sucesor de Pedro se deja interpelar en primera persona por esta exigencia y está dispuesto a hacer todo lo que esté en su poder para promover la fundamental causa del ecumenismo. En seguimento de sus Predecesores, está plenamente determinado a cultivar todas las iniciativas que puedan parecer oportunas para promover los contactos y el entendimento con los representantes de las diversas Iglesias y Comunidades eclesiales. Además, envía también a ellas en esta ocasión el saludo más cordíal en Cristo, único Señor de todos”.                 Y la distinción entre Iglesias – las Orientales, con sucesión apostólica—y Comunidades eclesiales – las sectas heréticas protestantes – está de acuerdo con la Declaración Dominus Iesus.
E, inmedíatamente después de su entronización, Benito XVI hizo gestos ecuménicos especialmente enderezados a los judíos y a los  maometanos...
Es preciso ser bien equilibrado al practicar el ecumenismo en Oriente Médio...
 

Perplejidades  y  alegrías
 
El tono, el lenguage y las tomas de posición de este primer sermón del Papa Benito XVI contrastando totalmente con el tono, el  lenguage y, sobre todo, con las claras tomas de posición enunciadas por el Cardenal Ratzinger en la apertura del Cónclave, causaron perplejidades en los medios católicos anti modernistas y desánimos sorpresivos en el ala modernista.
Fue imposible no ver que el Cardenal Ratzinger y Benito XVI defendieron posiciones opuestas.
Quedó patente que la división de la Iglesia alcanzó no sólo al Colégio de los Cardenales, sino a la propia cabeza de Ratzinger – Benito XVI.
¿Cómo es posible tanta contradicción? Era la pregunta  de todo mundo.
¿Cómo fue posible cambiar tanto en dos  días?
¿O Ratzinger no habría cambiado, sino que apenas expresó de modo sibilino el mismo pensamiento?
¿En quién creer ahora? y ¿para dónde va la Iglesia? Para dónde va Benito XVI?
¿Para dónde apunta la brújula de Benito XVI?
 Quo vadis, Domine?
Vós que propagais la palabra de Dios como atributo, Vós que tieneis el don de la infalibilidad, Vós que sois el maestro infalible de la VERDAD  INMUTABLE, ¿cómo mudastes tan rapidamente?
El mundo paró, interrorgandose.
El mundo paró interrorgando:
Quo vadis, Domine?
El  diario El Mundo –para citar sólo uno – publicó la siguiente manchete:

“BENITO XVI DEJA ATRÁS LA IMÁGEN DE JOSEPH RATZINGER” (EL MUNDO 22/04/05). Y COMENTABA:

 
“Joseph Ratzinger parece dispuesto a disminuír las distancias que lo separan de Benito XVI.
 
“No es la misma cosa  ejercer el Dicastério del antigo Santo Oficio y cargar el báculo del Papa, así parece que el sucesor de Juan Pablo II quiere despojarse de la imágen inquisitorial, y cerrar bajo llave el carácter de guardián de la ortodoxia. 
 
«Paciencia, paciencia. Ya vereis como Benito XVI no será Ratzinger», señalaba con ironia el veterano Cardenal italiano Silvestrini. «De él puedenos esperar dos cosas: un hombre abiertísimo y deseoso de comprender la realidad de la Iglesia y de la sociedad. Y una transformación, porque el Papado cambia al hombre».  (El destaque es nuestro).
 
“Para Monseñor Tucci, «La transformación existe, comenzando porque la sucesión de Pedro madura potencialidades presentes aunque aún no manifestadas. Haciéndose Papa, existe un nuevo sentido de responsabilidad que causa un gran cambio en la persona», explicaba ayer el purpurado italiano al microfono de la Rádio Vaticana”.
 
y notaba el diario El Mundo: 
 
“Desaparecieron de la homilia los truenos apocalípticos y las sentencias fatalistas. Benito XVI ya no hablaba como el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe”.
 
«Con ese Papa vamos a tener que vivir muchas sorpresas», sustentaba ayer el Cardenal Severino Poletto. «Es una figura atenta a las necesidades del hombre y  sensible. y tiene la  responsabilidad de gobernar la Iglesia en un momento incierto. No es la fotocópia de Juan Pablo II», añadía el Arzobispo de Turin recién llegado del Cónclave”.
 
El Cardenal británico Murphy O'Connor decía ayer que Joseph Ratzinger va a proseguir por el camino de la reconciliación religiosa, aunque su firma aún aparece impresa en el polémico documento Dominus Iesus, según el cual la plena salvación sólo puede ser encontrada en la Iglesia Católica”
 
Parece que todos esos Cardenales habían leído el resultado el examen ultraratzingergrafico hecho a Benito XVI al término del Cónclave.
Entre las innumerables cartas que recibimos de personas perplejas por la  diferencia de tono entre los dos  discursos de Ratzinger como Cardenal y como Papa, destacamos una, que resume bien las preguntas que quedaron en el aire sobre qué rumbo indica la brújula:

“Muy Estimado Profesor Orlando, Salve María Imaculada!
Profesor. Yo se que conozco poco la Doctrina Católica y la historia del Papado a punto de hacer cualquier conjectura, pero confieso que estoy perdido.
O Ratzinger fue elegido Papa y dejó a muchos con miedo, sea por desconocimiento, sea por no concordar con muchas de sus posturas. En la mídía, se llegó a decir que la Iglesia se congeló. La Rigidez litúrgica y Doctrinaria, que él siempre hizo cuestión de dejar evidente, causa preocupación y, como el señor mismo dice, hasta ódio de los más modernistas.
“Pero estoy perdido. Algo, de hecho sucedió en aquel cónclave en que Joseph Ratzinger fue elegido el Papa y adoptó el nombre de Benito XVI.
“¿Qué significa todo eso, profesor? El visiblemente suavizó el tono. No parece el mismo Ratzinger. todo bien que dejó claro, y eso mucho antes de ser Papa, que el Jefe de la Iglesia Católica no gobierna según sus convicciones personales ("el verdadero programa de gobierno no es hacer mi voluntad, no seguir mis  ideas"). El hasta reafirmó eso en la homilia de ayer, al mismo tiempo que hablaba de la actual situación del mundo.
“Pero, por otro lado, si Ratzinger era tan rígido así y tan poco ecuménico, ¿por qué ese discurso en tono conciliador? ¿Por qué mantener Walter Kasper en el gobierno del Vaticano, y exactamente en la Congregación para la Unidad de los Cristianos ? Hay otro detalle: él no usó la corona y el trono. ¿Qué señales son estas? L¿qué quiere Ratzinger decir con todo eso?
“Lo que me está pareciendo, profesor, y, tal vez sólo la Historia podrá confirmar o desmentir, es que Benito XVI comenzó...pero Ratzinger parece haber terminado. Ratzinger existía antes de Benito XVI, pero ¿puede existir Benito XVI sin Ratzinger?
Un abrazo “Raphael”.

Esta carta expresa muy bien la perplejidad general de los católicos ante cambio de rumbo tan brusco en dos  días.
 
¿Qué sucedió ?
 
¿Será posible que un hombre cambie tan radicalmente de orientación en dos  días?
“¿Puede existir Benito XVI sin Ratzinger?”
 
Evidentemente lo que me preguntó ese misivista “Raphael” está en la cabeza de todos: ¿en Cónclaves —con llaves— no existirían confabulados?
 
¿La izquierda habría doblado a Ratzinger?
 
Aún antes del Cónclave, hubo quién hablase de cisma, en el caso que fuese elegido Ratzinger.
Ratzinger fue elegido.
No hubo cisma.
Pero Ratzinger cambió notablemente de tono al hablar como Benito XVI...
La periodista Ilze Sacamparini escribió :
 
“En aquella homilia [la de la apertura del Cónclave] el Cardenal alemán no citó el Concílio Vaticano Segundo, ni el diálogo inter-religioso como caminos a ser seguidos por el futuro papa. Dos  días después, en la su primera Misa como Papa elegido, Benito XVI lanzó como prioridades de su pontificado la reconciliación entre los cristianos  y el diálogo con otras religiones. “Prometió seguir con fuerza los pasos del Concílio, que fue convocado en 1962 por Juan XXIII. Para los vaticanistas italianos estaría claro. Durante el cónclave, hubo un pacto entre los Cardenales. Según Alceste Santini, Ratzinger habría sido elegido porque prometió hacer las reformas deseadas por el Cardenal Carlo Maria Martini y por el grupo que lo apoyaba”. (Ilze Scamparini. Bastidores do conclave. 20.04.2005)
 
Entonces habría habido un pacto entre el candidato triunfante y el ala modernista extremada...
 
Y en esta última observación perece estar la solución para el enigma Ratzinger  X  Benito XVI.
Ratzinger no hizo regateos para obtener los votos de la izquierda en el Cónclave. Por el contrário, la desafió. Desafió, y venció la elección para el Sumo Pontificado.
¿Qué sucedió entonces?
Parece cierto que tenía la mayoria en el Cónclave. Es cierto que la izquierda no tenía ni un tercio de los votos.
Si fue así, entonces la izquierda modernista sólo podría doblegar al Cardenal Ratzinger en Benito XVI con algúna amenaza. y la única amenaza más perceptible y plausible seria la de hacer un cisma abierto y clamoroso. Como se anunció antes del Cónclave, si Ratzinger fuese el elegido.
 
Para evitar que la red del pescador fuese rasgada, el Cardenal Ratzinger habría aceptado entonces las imposiciones de la izquierda liderada por sus “amigos” Kasper, Lehmann y Martini.
De ahí que el discurso de poseción tenga tantas concesiones al Vaticano II, así como el  uso de su terminología.
 
Si esa hipótesis fuere verdadera, quién cambiaría, hoy, sería  la izquierda que impuso su voluntad al Cardenal elegido.
 
 De ahí que un Obispo comunista brasileiro haya declarado, después de la elección que Benito XVI, que “ese Papa no tiene la fuerza de personalidad de Juan Pablo II”, y que, por eso, : “podremos decir lo que queramos”. “Y si Benito XVI ordenara algo que considerarmos ruim, no saldremos de la Iglesia,  sino simplemente no obedeceremos”.
 
El  cisma silencioso se volvió aullante. Los lobos aullan.
 
De ese modo, la ambigüedad de Ratzinger- Benito XVI sólo dejó patente lo que decíamos en un artículo anterior: la herencia de Juan Pablo II fue una Iglesia profundamente dividida.
 
¿La división existiría hasta en la mente de Ratzinger- Benito XVI?
           
Esperamos que no. Rezamos por que no.
 
Esperamos que no cumpra los conjuras que – tal vez -- le hayan impuesto al final del Cónclave, porque el Papa no está obligado a obedecer a pacto algúno. El sólo debe obedecer a Dios, y enseñar la Verdad y su ley inmutables.
 
Además el documento de Juan Pablo II que estableció las reglas del Cónclave, y que está en vigor, el Universi Dominici Gregis estipula en su número 82:
 
'De igual modo, prohíbo a los Cardenales hacer, antes de la elección, capitulaciones, o sea, tomar compromisos de común acuerdo, obligándose a ponerlos en práctica en el caso de llegar uno de ellos a ser elevado al Pontificado. También estas promesas, si por ventura fuesen realmente hechas, inclusive bajo juramento, las declaro nulas e inválidas.' (Juan Pablo Paulo II, Universi Dominici Gregis, 0 82).
 
 
 Esa era la situación, cuando, el domingo, en la Misa de Entronización, Benito XVI hizo un sermón más bien misterioso.
 

El  Sermón de la Misa de Entronización
(24 de Abril de 2.005, en la Plaza de San Pedro).
 
 
Ciertamente conciente de las perplejidades causadas por su voltereta doctrinaria, Benito XVI, en la Misa de Entronización como “sucesor de Pedro”, La que quiso ligar al martírio de Pedro, declaró que aquel no era el momento para presentar su programa de gobierno.
Ahora bien, no podía haber momento más conveniente y oportuno que ese de la entronización, para que el Papa presente su programa de reinado.
 
Queridos amigos! En este momento no es preciso presentar mi programa de gobierno. Pude dar una indicación del que veo como mi misión en el Mensaje del miércoles, 20 de abril, y habrá otras oportunidades de hacerlo. Mi verdadero programa no es hacer mi propia voluntad, no es seguir mis propias ideas, sino oír, juntamente con toda la Iglesia, la palabra y la voluntad del Señor, ser guiado por El, para que El mismo lidere la Iglesia en esta hora de nuestra historia”.(Los destaques son nuestros).
 
En lugar de tratar de su “verdadero programa” – y ¿por qué verdadero?--- Benito XVI dice que prefería tratar de los símbolos que recebió en esa Misa: el Pálio y el Anillo del Pescador.
 
Al explicar el símbolo del Pálio, hecho de piel de cordero, y después de reconocer que hay hambre en el mundo, Benito XVI afirmó, contra la Teología de la Liberación, que, peor que el desierto de la hambre material, hay el desierto de las tinieblas de Dios. es este desierto del conocimiento de Dios y de su palabra que causa el desierto del hambre.
Claro, porque no sólo de pan vive el hombre, sino de toda la palabra que sale de la boca de Dios.
 
“Hay el desierto de las tinieblas de Dios, el vacío de las almas no más concientes de su dignidad y del objetivo de la vida humana. Los desiertos externos del mundo están creciendo porque los desiertos internos se volvieron tan vastos”.
Frase esa contrária a las tesis económico-marxistas de la Teología de la Liberación.
 
Y para sanar ese desierto de las tinieblas de Dios, el Papa Benito XVI recordó que “amar significa estar pronto para sufrir. Amar significa dar a las ovejas lo que es verdaderamente bueno, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios, el alimento de su presencia, que El nos da en el Santísimo Sacramento.”
 
Esto significa que los medios a utilizar para combatir el desierto de las tinieblas de Dios son dos : la palabra de Dios, -- la doctrina católica – y la Hostia consagrada, el Santísimo Sacramento, la Misa. Los medios no serían los de la conscientización revolucionaria.
 
¡Excelente! Verdad de Dios y Santísimo Sacramento son los dos  remédios absolutos, verdaderos y tradicionales que los modernistas no apueban.
 
Y entonces, el Papa dice que, en aquella hora, no podía decir más. ¿Y por qué no decir más?
 
Mis queridos amigos – en este momento, sólo puedo decir: orad por mi, que pueda aprender a amar al Señor más y más. Orad por mi, para que pueda aprender la amar su rebaño más y más – en otras palabras, la santa Iglesia, cada un de vosotro y todos vosotros juntos. Orad por mi, para que pueda no huír con miedo de los lobos”.
 
¡Epa!
 
 ¿El Pastor Supremo pide a las ovejas del rebaño: Orad por mi, para que pueda no huír con miedo de los lobos”?
 
Cuando el Pastor confiesa que puede llegar a tener miedo del lobo, que se rece para que no huya, ¿qué sentimento dominará a las ovejas?
 
Ciertamente las ovejas fieles rezaran para que el Papa no huya de miedo de los lobos.
 
Pero, cabe preguntar: ¿de donde saldrían esos sorprendentes lobos?
 
Después del Vaticano II, se pensaba que no era posible que existieran más lobos.
 
¿El propio Benito XVI no saludó a los católicos, a los hermanos separados, a los creyentes y a  los no creyentes, a los hombres y mujeres de buena voluntad?
 
¿En qué grupo quedarían los lobos en esa clasificación universal?
¿Y también no se haría un diálogo ecuménico con los lobos?
 
¿Sería la tolerancia del Vaticano II prejuiciada contra los lobos?
 
¿No existirían lobos de buena voluntad?
 
¿No se podría instituir una Comisión para Diálogo con los lobos?
 
Y, para completar, aconsejaría Monseñor Aggiornatto, si podría hacer de San Francisco de Asis el patrono del diálogo con los lobos...
 
¡Que pacífico símbolo! Donde hay guerra entre lobos y ovejas, que yo lleve la paz. Donde los lobos tienen hambre, que yo lleve ovejas... Y etc.
 
¿No se vio, después del Vaticano II, a los lobos hacer la primera comunión de cinta blanca en el brazo? (Evidentemente, en el brazo izquierdo).
 
¿Y no se viron ya algunos lobos ser ordenados, ser obispos y llegar hasta al cardenalato?
 
¿No habrían sido lobos que impuseron al elegido Cardenal Ratzinger ciertas condiciones... un pacto?-- ¿porque, si no, ellos romperían la unidad de la Iglesia?...
 
¿Por qué no?
 
Es bien posible.
 
En todo caso, Benito XVI pide oraciones para que Dios le de valentía para no huír de miedo de los lobos. Valor para enfrentar los lobos.
 
¿Pero entonces, hay lobos asustando a Benito XVI?...
 
¿Quienes son esos lobos de buena voluntad?
 

Conclusión
 
Explicando el símbolo del Anillo del Pescador, Benito XVI habló del pez, que es retirado del mar amargo para tener la verdadera vida.
 
Y, de repente, sin nexo con el texto anterior, entra una frase polémica bien importante:
 
No somos un produto sin sentido del acaso de la evolución. Cada un de nós es resultado de un pensamiento de Dios”.( el destaque es nuestro)
 
De repente una condenación inesperada del evolucionismo. sin ligación mayor con el contexto, Benito XVI pulveriza, con el cayado del Pastor, a Darwin y su monería. (Que buen entrenamiento para llegar a pulverizar lobos!)
 
Ahora, para el Modernismo, la evolución sería una ley absoluta, pues el propio Dios sendo evolutivo, también evolucionerían la verdad, el dogma, la moral y la belleza.
 
¡No!
 
Dice Benito XVI, de repente: “No somos un produto sin sentido del acaso de la evolución”.
 
Curiosa irrupción de una tesis  bien católica y bien anti-modernista.
 
Benito XVI trata entonces del símbolo de la red de Pedro, en la pesca milagrosa. y ahí el texto del discurso es interesantísimo, y bien misterioso, pues el Papa Benito XVI recuerda que, según el Evangelio, la red no se rasgó:
 
"A pesar haya tantos [peces], la red no rasgó" (Jo 21:11).
 
Entretanto, Benito XVI contesta el que fue dito no Evangelio, exclamando:
 
“Pero, Señor amado, con tristeza tenemos que reconocer que se ha rasgado!”
“¡Ay de mí, Señor amado! ahora la red se ha roto, quisiéramos decir doloridos. Pero no, ¡no debemos estar tristes! Alegrémonos por tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido. Hagamos memoria de ella en la oración al Señor, como mendigos; sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unida.”
¿Y cuándo se habría rasgado la red de Pedro? ¿Habría fallado Cristo a su promesa?
 
¡Eso es imposible!
 
La red de la Iglesia no se rasgó nunca. Ella no se rasgará nunca.
 
¿Se habría rasgado en el tiempo del Arianismo? ¿En el tiempo del Cisma del Oriente? ¿En el tiempo de la Reforma?
 
Propiamente en esos acontecimientos la red de Pedro no se rasgó, en modo algúno: la Iglesia continuó una. Ella no necesita buscar la unidad. Ella la posee siempre en su única Fe y en su único Bautismo, en su gobierno papal, monárquico, uno.
 
Fueron los cismáticos y los herejes que se separon de Ella, lanzandose en el abismo amargo del cisma y de la herejía.
La red de la Iglesia no se rasgó
 
Benito XVI prosigue en su discurso diciendo:
 
“Pero no, ¡no debemos estar tristes! Alegrémonos por tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido. Hagamos memoria de ella en la oración al Señor, como mendigos; sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unidad” (Los destaques son nuestros).
 
En esa última frase que subrayamos, Benito XVI coloca el verbo romper en subjuntivo presente, pidiendo, portanto, que roguemos a Dios que la red de la Iglesia no se rompa, hoy.
 
¿Y quién amenaza hacer ruptura, hoy, si no los modernistas?
 
Como citamos ya, ¿no declaró un Obispo brasileño que Benito XVI es débil, y que ahora los modernistas – los lobos – podrán aullar a voluntad? el pastor en la tendría valor o fuerza para atacarlos. y que, en el caso que mande algo, proclamaron los lobos, no le obedecerán.
 
Repetimos: el cisma silencioso que ya existia durante el gobierno de Juan Pablo II, amenaza ahora se hace público y aullante.
 
Repetimos: ¿no habrían los modernistas impuesto un dilema a Benito XVI después haber sido elegido: o se inclina a nuestra voluntad abandonando el programa de su discurso “electoral”, o... “rasgaremos la red”?
 
Ilze Sacamparini dice que hubo un pacto...
 
Benito XVI implora a Dios: “ayúdanos la ser servidores de la unidad!”
 
¿Sacrificó Ratzinger su programa de gobierno para impedir la ruptura de la unidad eclesial?
 
Ningún Cardenal o facción de Cardenales tiene el derecho de imponer cualquier cosa al Papa elegido, y este no está obligado de modo alguno a obedecer lo que le impongan. Aunque haya prometido algo, el Papa no está obligado a cumprir lo que prometió, bajo presión, porque se debe obedecer a Dios antes que a los hombres. y la palabra de Dios no puede ser ligada.
 
Ahora bien, el día 26 de Abril, díarios noticiaron declaraciones seguras del Cardenal Martini, líder del ala modernista radical en el Cónclave.
 
Cardenal italiano dice que Benito 16 sorprenderá críticos
De la France Prese, en el Vaticano (de la Folha Online)
”El Cardenal italiano Carlo Maria Martini, considerado el principal rival de Joseph Ratzinger --actual papa-- durante el cónclave, afirmó este Martes:
"Estoy seguro de que Benito 16 tiene reservadas muchas sorpresas a respecto de prejuicios y de lugares comunes, característicos que algunos críticos asociaron a su personalidad", afirmó Martini en una larga entrevista al diario italiano `La Repubblica´.
Martini, 78, arzobispo emérito de Milán (norte de la Itália), considerado uno de los Cardenales más cultos y progresistas del Colégio Cardinalício, y que el propio Ratzinger, 78, define como "diferente por formación y temperamento", dice creer que el nuevo papa será transformado de hecho por la responsabilidad asumida.
"Estoy cierto de que la gran responsabilidad que pesa sobre el nuevo papa lo convertirá cada vez más en una persona sensible y abierta a los problemas que agitan los corazones de los creyentes y no-creyentes, lo que consecuentemente abrirá nuevos caminos", dijo.
 
           Martini, que se mudó para Jerusalém hace algunos años para estudiar textos bíblicos, reconoció que la elección de Ratzinger para substituir a Juan Pablo 2º nació también del deseo de tener un pontificado breve después del último y largo papado.
 
Entre tanto, mismo bajo el estricto secreto impuesto por la Constituición Apostólica sobre el cónclave, Martini dio a entender que como líder de una corriente crítica no se opuso a la elección del primer papa alemán de la historia reciente, llamado como "guardián del dogma" por sus severas posiciones en el campo doctrinario.
 
 "La diversidad nos une (?). El Evangelio nos que es justamente al hermano diferente que debemos amar", añadió.
 
Al analizar las primeras intervenciones públicas de Benito 16, Martini dijo que no detectó elementos innovadores, pero sí, la confirmación de las grandes líneas trazadas por su antecesor Juan Pablo 2º.
 
 "No vi nada de innovador en su primer discurso, que fuera probablemente preparado de antemano por las reparticiones competentes. Lo más positivo fue la confirmación de las grande líneas de apertura estabelecidas por Juan Pablo 2º."
 
Sobre otros temas más internos, como el pedido de una colegialidad mayor dentro de la Iglesia --con el establecimiento de una relación nueva entre la Cúria y los obispos de todo el mundo-- y un mayor diálogo con las otras religiones, Martini se dice convencido de que el nuevo papa, entonces considerado un hombre de hierro, "no será rígido".
 
"Son pedidos fuertes de buena parte de la Iglesia y estoy seguro de que el nuevo papa va a considerarlos serianente y todo se resolverá de forma eficaz."

             Ante los desafíos que la sociedad moderna impone a la Iglesia, la necesidad de paz y de una mayor espiritualidad, Martini es optimista. "La Iglesia y la sociedad se mueven en ritmos diferentes... pero la Iglesia tiene las llaves de los corazones de los hombres y no perderá el tren de la historia", dijo.
 
La Iglesia tiene las Llaves del Reino de los Cielos, y jamás puede perder el tren de la Historia. Es reina de la Historia. Ella es Reina de los corazones y Maestra de la Verdad que no muda, guardiana de la ley de la cual ni una sola jota será suprimida.
 
Nada valen acuerdos políticos de ciegos con paralíticos a fin de aprobar la lepra.
 
Delante de todo eso, cabe preguntar: ¿Para dónde va la Iglesia? Cabe bien preguntar respetosamente a Benito XVI: Quo vadis, Domine?
 
Es cierto que los modernistas radicales estan dispuestos la todo – inclusive a rasgar la red de Pedro – están prontos a dilacerar la Iglesia, para ejecutar su programa. Y como el mal es dinámico, ellos exigirán, cada vez más, mayores concesiones y capitulaciones.
 
¡El Papa resistirá! La Iglesia no perecerá.
 
Conforme registró el periodista John Allen:
 
Obviamente, el Papa Benito está conciente de que algunos Católicos están vacilantes en cuanto al rumbo que su papado tomará, y él se está esforzando en los primeros días para calmar las ansiedades”.
 
“No se engañen: el pontificado de Benito XVI será dramático, y no siempre será confortable para los católicos cuyas opiniones pueden convencionalmente ser descritas como “liberales” en materia de moral sexual, dicidencia teológica o autoridad en la Iglesia. Al mismo tiempo, el Papa Benito XVI es conocido como un hombre de profunda inteligencia y profundo amor por la Iglesia, y hasta hoy no dio prueba de que pretenda lanzar una nueva purga anti-modernista.(Eso no impidió que algunos de sus partidários alegres hiciesen su propia lista de enemigos, pero es demasiado pronto para saber lo que vendrá de todo eso.) Mi opinión personal es que Benito XVI es un Papa que puede sorprender a todos. Cualquiera que sea el rumbo de su pontificado, será fascinante observarlo.” (Los destaques son nuestros). (Johnn Allen Pondering the first draft of history: Reflections on covering one pope's funeral and another's election. The Word From Rome, 26 de Abril de 2005, Vol. 4, No. 29.)
  
El pontificado de Benito XVI promete, sí, ser dramático.
 
¿Qué hará el Papa? ¿Qué harán los modernistas?
 
¿Si los modernistas radicales impusieran su voluntad, se va a permitir entonces el fin del celibato sacerdotal?
 
¿Los sacerdotes se podrán casar? ¿Las mujeres serán ordenadas? ¿El aborto será liberado? ¿La eutanásia será aprobada? ¿el casamiento gay será liberado? ¿Se admitirá la evolución de la moral? ¿El dogma dejará de ser exigido? ¿La dictadura del relativismo triunfará?
 
Si todo eso, que el Cardenal Ratzinger condenó, junto con la Iglesia católica, si todo eso fuere aprobado, habría quién cediese a la tentación de decir que las puertas del infierno habrían prevalecido.
 
Ahora, la promesa de Cristo no puede fallar.  
 
Las puertas del infierno no prevalecerán. La red de Pedro no será rasgada. la Iglesia jamás dejará de ser una.
 
Los acuerdos, frutos de conjurados,—si ellos existieran – no serán cumplidos.
 
Benito XVI gobernará infaliblemente la Iglesia con la voz de Cristo que jamás cambia.
 
Puede la situación tornarse confusa y muy grave, pero la Iglesia es imperecible y el Papa es infalible.
 
Benito XVI resistirá a los lobos.
 
Los fieles rezarán por el Pastor, y Dios le dará la fuerza para no huír de los lobos, y el valor para enfrentarlos.
 
Claro que esa resistencia podrá llegar a significar la realización de la visión del Tercer Secreto de Fátima: un Papa fusilado por subir al Calvário para rezar la Misa de siempre. Mas si la sangre de los mártires es semilla de cristianos , ¿qué miés inmensa no producirá el martírio de un Papa  por haber osado levantar a Cristo en la Hostia consagrada?
 
Montfort atiende con fidelidad y obediencia total al pedido de Benito XVI, y reza para que Dios le de el valor para no huír de los lobos; y aún más, que le conceda fortaleza para enfrentarlos.
 
Hoy, Montfort, de rodillas, reza por el Papa, reza por Benito XVI, para que Dios lo fortalezca y lo haga el conductor seguro y impertérrito de la Iglesia, trayéndola de regreso a Roma, a las dos columnas vistas por Dom Bosco en su profecía: la  columna de la Hostia y la columna de Nuestra Señora.
 
¿Cuándo vendrá ese día? ¿Cuándo cesará la tempestad? ¿Cuándo será la alborada?
 
Nadie conoce el futuro. Pero, como católicos conocemos que, en el futuro, la Iglesia triunfará. Las puertas del infierno no prevalecerán. Benito XVI -- Deo adjuvante -- realizará la victoria de la Iglesia.
 
Los acontecimientos se precipitan. Benito XVI fue elegido con 78 años. su pontificado normalmente no será muy largo. Y será dramático.
 
¡Recemos por el Papa!
 
En el horizonte despunta el sol. La noche pasará pronto. La aurora de la verdad católica ya raya en el horizonte de la Historia. Amen. Veni, Domine Jesus.
 
Por que Creemos en Vos y en Vuestra palabra. Creemos en el Papa, y rezamos por él.
 
Y si le preguntamos: Quo vadis, Domine ?- no es por dudar, sino para obedecer a su palabra infalible e indefectible que apunta el rumbo verdadero con la brújula de la infalibilidad que no fue usada por el pastoral Vaticano II.
 
Santidad, ¿dónde iremos sino a ti?
 
Solamente tu, tienes la palabra infalible de la vida eterna.
 
Dic nobis: Quo vadis, Domine?
 
            São Paulo, 28 de Abril de 2.005
            Orlando Fedeli
 
 

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APENDICES
 
Documento 1
 
Sermón del Cardenal Joseph Ratzinger en la apertura del Cónclave, en la Misa Pro Eligendo Pontífice, el día 18 de Abril de 2.005
 
“En este momento de gran responsabilidad, escuchamos con particular atención cuanto el Señor nos dice con sus mismas palabras. De las tres lecturas quisiera escoger solo algunos aspectos, que nos atañen directamente en un momento como este.
La primera lectura ofrece un retrato profético de la figura del Mesías- un retrato que recibe todo su significado desde el momento en el que Jesús lee este texto en la sinagoga de Nazareth, cuando dice: “Hoy se ha cumplido esta escritura” (Lc 4, 21). Al centro del texto profético encontramos una palabra que- al menos a primera vista- parece contradictoria. El Mesías, hablando de sí, dice ser enviado “a promulgar el año de la misericordia del Señor, un día de venganza para nuestro Dios.” (Is 61, 2). Escuchamos, con gozo, el anuncio del año de misericordia: la misericordia divina pone un límite al mal- nos ha dicho el Santo Padre. Jesucristo es la misericordia divina en persona: encontrar a Cristo significa encontrar la misericordia de Dios. El mandato de Cristo se ha convertido en mandato nuestro a través de la unción sacerdotal; somos llamados a promulgar- no solo con palabras sino con la vida, y con los signos eficaces de los sacramentos, “el año de misericordia del Señor”. Pero ¿qué quiere decir Isaías cuando anuncia “el día de la venganza para nuestro Dios”? Jesús, en Nazareth, en su lectura del texto profético, no ha pronunciado estas palabras- ha concluido anunciado el año de la misericordia. ¿Ha sido tal vez este el motivo del escándalo que se dio después de su prédica? No lo sabemos. En todo caso el Señor ha ofrecido su comentario auténtico a estas palabras con la muerte de cruz. “Él cargó con nuestros pecados en su cuerpo sobre el leño de la cruz...”, dice San Pedro (1 Pe 2, 24). Y San Pablo escribe a los Gálatas: “Cristo nos ha rescatado de la maldición de la ley, haciéndose a sí mismo maldición por nosotros, como está escrito: Maldito quien pende del leño, para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham pase a las gentes y nosotros nos revistamos de la promesa del Espíritu mediante la fe” (Gal 3, 13s).
La misericordia de Cristo no es una gracia a buen mercado, no supone la vanalización del mal. Cristo lleva en su cuerpo y sobre el alma todo el peso del mal, toda su fuerza destructiva. Él quema y transforma el mal en el sufrimiento, en el fuego de su amor sufriente. El día de la venganza y el año de la misericordia coinciden en el misterio pascual, en el Cristo muerto y resucitado. Esta es la venganza de Dios: él mismo, en la persona del Hijo, sufre por nosotros. Cuanto más somos tocados por la misericordia del Señor, tanto más entramos en solidaridad con su sufrimiento- nos hacemos disponibles para completar en nuestra carne “aquello que falta a los sufrimientos de Cristo” (Col 1, 24).
Pasamos a la segunda lectura, a la carta a los Efesios. Aquí se trata en sustancia de tres cosas: en primer lugar, de los ministerios y de los carismas en la Iglesia, como dones del Señor resucitado y ascendido al cielo; entonces, de la maduración de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, como condición y contenido de la unidad en el cuerpo de Cristo; y, en fin, de la común participación al crecimiento del cuerpo de Cristo, es decir de la transformación del mundo en la comunión con el Señor.
Detengámonos solo sobre dos aspectos. El primero es el camino hacia “la madurez de Cristo”; así dice, simplificando un poco, el texto italiano. Más precisamente deberíamos, según el texto griego, hablar de la “medida de la plenitud de Cristo”, a la que somos llamados a llegar para ser realmente adultos en la fe. No deberíamos permanecer niños en la fe, en estado de minoridad. ¿Y en qué consiste el ser niños en la fe? Responde San Pablo: significa ser “llevados a la deriva y zarandeados por cualquier viendo de doctrina...” (Ef 4, 14). ¡Una descripción muy actual!
Cuantas doctrinas hemos conocido en estas últimas décadas, cuantas corrientes ideológicas, cuantos modos de pensar... La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos ha sido no raramente agitada por estas olas- botada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinaje; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo y así en adelante. Cada día nacen nuevas sectas y se realiza cuanto dice San Pablo sobre el engaño de los hombres, sobre la astucia que tiende a arrastrar hacia el error (cf Ef 4, 14). Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, viene constantemente etiquetado como fundamentalismo. Mientras el relativismo, es decir el dejarse llevar “de aquí hacia allá por cualquier tipo de doctrina”, aparece como la única aproximación a la altura de los tiempos hodiernos. Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que deja como última media solo el propio yo y sus ganas.
Nosotros, en cambio, tenemos otra medida: el Hijo de Dios, el verdadero hombre. Es el la medida del verdadero humanismo. “Adulta” no es la fe que sigue las olas de la moda y la última novedad; adulta y madura es la fe profundamente radicada en la amistad con Cristo. Es esta amistad que nos abre a todo aquello que es bueno y nos dona el criterio para discernir entre el verdadero y el falso, entre engaño y verdad.
Esta fe adulta es la que debemos madurar, a esta fe debemos guiar el rebaño de Cristo. Y es esta fe- solo la fe- que crea unidad y se realiza en la caridad. San Pablo nos ofrece a este propósito- en contraste con las continuas peripecias de aquellos que son como niños llevados a la deriva por las olas- una bella palabra: hacer la verdad en la caridad, como fórmula fundamental de la existencia cristiana. En Cristo, coinciden verdad y caridad. En la medida en que nos acercamos a Cristo, también en nuestra vida, verdad y caridad se funden. La caridad sin verdad sería ciega; la verdad sin caridad sería como “un cimbalo que tintinea” (1 Cor 13, 1).
Vamos ahora al Evangelio, de cuya riqueza quisiera extraer solo dos pequeñas observaciones. El Seños nos dirige estas maravillosas palabras: “No os llamo más siervos... mas os he llamado amigos” (Jn 15, 14). Tantas veces sentimos que somos- como es verdad- solamente siervos inútiles (cf Lc 17, 10). Y, no obstante esto, el Señor nos llama amigos, nos hace sus amigos, nos dona su amistad. El Señor define amistad en un dúplice modo. No hay secretos entre los amigos: Cristo nos dice todo lo que escucha del Padre; nos dona su plena confianza y, con la confianza, también el conocimiento. Nos revela su rostro, su corazón. Nos muestra su ternura por nosotros, su amor apasionado que va hasta la locura de la cruz. Se confía a nosotros, nos da el poder de hablar con su yo: “este es mi cuerpo...”, “yo te absuelvo...”. Confía su cuerpo, la Iglesia, a nosotros. Confía a nuestras débiles mentes, a nuestras débiles manos su verdad- el misterio de Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo; el misterio del Dios que “tanto ha amado el mundo que ha dado a su Hijo unigénito” (Jn 3, 16). Nos ha hecho sus amigos- y nosotros ¿cómo respondemos?
El segundo elemento, con el que Jesús define la amistad, es la comunión de las voluntades. “Idem velle- idem nolle”, era también para los Romanos la definición de amistad. “Vosotros sois mis amigos, si hacéis aquello que os ordeno” (Jn 15, 14). La amistad con Cristo coincide con lo que expresa la tercera petición del Padre nuestro: “Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo”. En la hora del Getsemani Jesús ha transformado nuestra voluntad humana rebelde en voluntad conforme y unida a la voluntad divina. Ha sufrido todo el drama de nuestra autonomía- y llevando nuestra voluntad en las manos de Dios, nos dona la verdadera libertad: “No como quiero yo, sino como quieres tú” (Mt 21, 39). En esta comunión de las voluntades se realiza nuestra redención: ser amigos de Jesús, llegar a ser amigos de Dios. Mientras más amamos a Jesús, más lo conocemos, más crece nuestra verdadera libertad, crece el gozo de ser redimidos. ¡Gracias Jesús, por tu amistad!
El otro elemento del Evangelio- que quería resaltar- es el discurso de Jesús sobre el llevar fruto: “Os he constituido para que andéis y portéis fruto y vuestro fruto permanezca” (Jn 15, 16). Aparece aquí el dinamismo de la existencia del cristiano, del apóstol: os he constituido para que andéis... Debemos ser animados por una santa inquietud: la inquietud de llevar a todos el don de la fe, de la amistad con Cristo. En verdad, el amor, la amistad de Dios nos ha sido dad para que llegue también a los otros. Hemos recibido la fe para donarla a los otros- somos sacerdotes para servir a los otros. Y debemos llevar un fruto que permanezca. Todos los hombres quieren dejar una huella que permanezca. ¿Pero qué cosa permanece? El dinero no. Tampoco los edificios permaneces; los libros menos. Después de un cierto tiempo, más o menos largo, todas estas cosas desaparecen. La única cosa, que permanece en la eternidad, es el alma humana, el hombre creado por Dios para la eternidad. El fruto que permanece es por eso cuanto hemos sembrado en las almas humanas- el amor, el conocimiento; el gesto capaz de tocar el corazón; la palabra que abre el alma a la alegría del Señor. Entonces vamos y recemos al Señor, para que nos ayude a llevar fruto, un fruto que permanece. Solo así la tierra es transformada de un valle de lágrimas al jardín de Dios.
Regresemos, finalmente, aún una vez, a la carta a los Efesios. La carta dice- con las palabras del Salmo 68- que Cristo, ascendiendo al cielo, “ha distribuido dones a los hombres” (Ef 4, 8). El vencedor distribuye los dones. Y estos dones son apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. Nuestro ministerio es un don de Cristo a los hombres, para construir su cuerpo- el mundo nuevo. ¡Vivimos nuestro ministerio así, como don de Cristo a los hombres! Pero en este momento, sobretodo, rezamos con insistencia al Señor, para que después del gran don del Papa Juan Pablo II, nos done un nuevo pastor según su corazón, un pastor que nos guíe al conocimiento de Cristo, a su amor, a la verdadera alegría. Amén”.
 
Fuente: http://www.aciprensa.com/Docum/hconclave05.htm  ( Los destaques son nuestros)
         

 
Documento 2
 
"SANTA MISA por la IGLESIA UNIVERSAL"

PRIMER MENSAJE
DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
AL FINAL DE LA CONCELEBRACIÓN EUCARÍSTICA
CON LOS CARDENALES ELECTORES EN LA CAPILLA SIXTINA
Miércoles 20 de abril de 2005
 
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Venerados hermanos cardenales;
amadísimos hermanos y hermanas en Cristo;
todos vosotros, hombres y mujeres de buena voluntad: 


1. ¡Gracia  y  paz en abundancia a todos vosotros! (cf. 1 P 1, 2). En mi espíritu conviven en estos momentos dos sentimientos opuestos. Por una parte, un sentimiento de incapacidad y de turbación humana por la responsabilidad con respecto a la Iglesia universal, como Sucesor del apóstol Pedro en esta Sede de Roma, que ayer me fue confiada. Por otra, siento viva en mí una profunda gratitud a Dios, que, como cantamos en la sagrada liturgia, no abandona nunca a su rebaño, sino que lo conduce a través de las vicisitudes de los tiempos, bajo la guía de los que él mismo ha escogido como vicarios de su Hijo y ha constituido pastores (cf. Prefacio de los Apóstoles, I).

Amadísimos hermanos, esta íntima gratitud por el don de la misericordia divina prevalece en mi corazón, a pesar de todo. Y lo considero como una gracia especial que me ha obtenido mi venerado predecesor Juan Pablo II. Me parece sentir su mano fuerte que estrecha la mía; me parece ver sus ojos sonrientes y escuchar sus palabras, dirigidas en este momento particularmente a mí: "¡No tengas miedo!".
La muerte del Santo Padre Juan Pablo II y los días sucesivos han sido para la Iglesia y para el mundo entero un tiempo extraordinario de gracia. El gran dolor por su fallecimiento y la sensación de vacío que ha dejado en todos se han mitigado gracias a la acción de Cristo resucitado, que se ha manifestado durante muchos días en la multitudinaria oleada de fe, de amor y de solidaridad espiritual que culminó en sus exequias solemnes.
Podemos decir que el funeral de Juan Pablo II fue una experiencia realmente extraordinaria, en la que, de alguna manera, se percibió el poder de Dios que, a través de su Iglesia, quiere formar con todos los pueblos una gran familia mediante la fuerza unificadora de la Verdad y del Amor (cf. Lumen gentium, 1). En la hora de la muerte, configurado con su Maestro y Señor, Juan Pablo II coronó su largo y fecundo pontificado, confirmando en la fe al pueblo cristiano, congregándolo en torno a sí y haciendo que toda la familia humana se sintiera más unida.

¿Cómo no sentirse apoyados por este testimonio? ¿Cómo no experimentar el impulso que brota de este acontecimiento de gracia?
2. Contra todas mis previsiones, la divina Providencia, a través del voto de los venerados padres cardenales, me ha llamado a suceder a este gran Papa. En estos momentos vuelvo a pensar en lo que sucedió en la región de Cesarea de Filipo hace dos mil años. Me parece escuchar las palabras de Pedro:  "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo", y la solemne afirmación del Señor:  "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. (...) A ti te daré las llaves del reino de los cielos" (Mt 16, 15-19).

¡Tú eres el Cristo! ¡Tú eres Pedro! Me parece revivir esa misma escena evangélica; yo, Sucesor de Pedro, repito con estremecimiento las estremecedoras palabras del pescador de Galilea y vuelvo a escuchar con íntima emoción la consoladora promesa del divino Maestro. Si es enorme el peso de la responsabilidad que cae sobre mis débiles hombros, sin duda es inmensa la fuerza divina con la que puedo contar:  "Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia" (Mt 16, 18). Al escogerme como Obispo de Roma, el Señor ha querido que sea su vicario, ha querido que sea la "piedra" en la que todos puedan apoyarse con seguridad. A él le pido que supla la pobreza de mis fuerzas, para que sea valiente y fiel pastor de su rebaño, siempre dócil a las inspiraciones de su Espíritu.
Me dispongo a iniciar este ministerio peculiar, el ministerio "petrino" al servicio de la Iglesia universal, abandonándome humildemente en las manos de la Providencia de Dios. Ante todo, renuevo a Cristo mi adhesión total y confiada:  "In Te, Domine, speravi; non confundar in aeternum!".
A vosotros, venerados hermanos cardenales, con espíritu agradecido por la confianza que me habéis manifestado, os pido que me sostengáis con la oración y con la colaboración constante, activa y sabia. A todos los hermanos en el episcopado les pido también que me acompañen con la oración y con el consejo, para que pueda ser verdaderamente el "Siervo de los siervos de Dios".
Como Pedro y los demás Apóstoles constituyeron por voluntad del Señor un único Colegio apostólico, del mismo modo el Sucesor de Pedro y los obispos, sucesores de los Apóstoles, tienen que estar muy unidos entre sí, como reafirmó con fuerza el Concilio
(cf. Lumen gentium, 22) Esta comunión colegial, aunque sean diversas las responsabilidades y las funciones del Romano Pontífice y de los obispos, está al servicio de la Iglesia y de la unidad en la fe de todos los creyentes, de la que depende en gran medida la eficacia de la acción evangelizadora en el mundo contemporáneo. Por tanto, quiero proseguir por esta senda, por la que han avanzado mis venerados predecesores, preocupado únicamente de proclamar al mundo entero la presencia viva de Cristo.
3.  Tengo ante mis ojos, en particular, el testimonio del Papa Juan Pablo II. Deja una Iglesia más valiente, más libre, más joven. Una Iglesia que, según su doctrina y su ejemplo, mira con serenidad al pasado y no tiene miedo al futuro. Con el gran jubileo ha entrado en el nuevo milenio, llevando en las manos el Evangelio, aplicado al mundo actual a través de la autorizada relectura del concilio Vaticano II. El Papa Juan Pablo II presentó con acierto ese concilio como "brújula" para orientarse en el vasto océano del tercer milenio (cf. Novo millennio ineunte, 57-58). También en su testamento espiritual anotó:  "Estoy convencido de que durante mucho tiempo aún las nuevas generaciones podrán recurrir a las riquezas que este Concilio del siglo XX nos ha regalado" (17.III.2000).

Por eso, también yo, al disponerme para el servicio del Sucesor de Pedro, quiero reafirmar con fuerza mi decidida voluntad de proseguir en el compromiso de aplicación del concilio Vaticano II, a ejemplo de mis predecesores y en continuidad fiel con la tradición de dos mil años de la Iglesia. Este año se celebrará el cuadragésimo aniversario de la clausura de la asamblea conciliar (8 de diciembre de 1965). Los documentos conciliares no han perdido su actualidad con el paso de los años; al contrario, sus enseñanzas se revelan particularmente pertinentes ante las nuevas instancias de la Iglesia y de la actual sociedad globalizada.
4.  Mi pontificado inicia, de manera particularmente significativa, mientras la Iglesia vive el Año especial dedicado a la Eucaristía. ¿Cómo no percibir en esta coincidencia providencial un elemento que debe caracterizar el ministerio al que he sido llamado? La Eucaristía, corazón de la vida cristiana y manantial de la misión evangelizadora de la Iglesia, no puede menos de constituir siempre el centro y la fuente del servicio petrino que me ha sido confiado.

La Eucaristía hace presente constantemente a Cristo resucitado, que se sigue entregando a nosotros, llamándonos a participar en la mesa de su Cuerpo y su Sangre. De la comunión plena con él brota cada uno de los elementos de la vida de la Iglesia, en primer lugar la comunión entre todos los fieles, el compromiso de anuncio y de testimonio del Evangelio, y el ardor de la caridad hacia todos, especialmente hacia los pobres y los pequeños.
Por tanto, en este año se deberá celebrar de un modo singular la solemnidad del Corpus Christi. Además, en agosto, la Eucaristía será el centro de la  Jornada Mundíal de la Juventud en Colonia y, en octubre, de la Asamblea ordinaria del Sínodo de los obispos, cuyo tema será:  "La Eucaristía, fuente y cumbre de la vida y de la misión de la Iglesia".. Pido a todos que en los próximos meses intensifiquen su amor y su devoción a Jesús Eucaristía y que expresen con valentía y claridad su fe en la presencia real del Señor, sobre todo con celebraciones solemnes y correctas.
Se lo pido de manera especial a los sacerdotes, en los que pienso en este momento con gran afecto. El sacerdocio ministerial nació en el Cenáculo, junto con la Eucaristía, como tantas veces subrayó mi venerado predecesor Juan Pablo II. "La existencia sacerdotal ha de tener, por un título especial, "forma eucarística"", escribió en  su última Carta con ocasión del Jueves santo (n. 1). A este objetivo contribuye mucho, ante todo, la devota celebración diaria del sacrificio eucarístico, centro de la vida y de la misión de todo sacerdote.
5. Alimentados y sostenidos por la Eucaristía, los católicos no pueden menos de sentirse impulsados a la plena unidad que Cristo deseó tan ardientemente en el Cenáculo. El Sucesor de Pedro sabe que tiene que hacerse cargo de modo muy particular de este supremo deseo del divino Maestro, pues a él se le ha confiado la misión de confirmar a los hermanos (cf. Lc 22, 32).
Por tanto, con plena conciencia, al inicio de su ministerio en la Iglesia de Roma que Pedro regó con su sangre, su actual Sucesor asume como compromiso prioritario trabajar con el máximo empeño en el restablecimiento de la unidad plena y visible de todos los discípulos de Cristo. Esta es su voluntad y este es su apremiante deber. Es consciente de que para ello no bastan las manifestaciones de buenos sentimientos. Hacen falta gestos concretos que penetren en los espíritus y sacudan las conciencias, impulsando a cada uno a la conversión interior, que es el fundamento de todo progreso en el camino del ecumenismo.
El diálogo teológico es muy necesario. También es indispensable investigar las causas históricas de algunas decisiones tomadas en el pasado. Pero lo más urgente es la "purificación de la memoria", tantas veces recordada por Juan Pablo II, la única que puede disponer los espíritus para acoger la verdad plena de Cristo. Ante él, juez supremo de todo ser vivo, debe ponerse cada uno, consciente de que un día deberá rendirle cuentas de lo que ha hecho u omitido por el gran bien de la unidad plena y visible de todos sus discípulos.
El actual Sucesor de Pedro se deja interpelar en primera persona por esa exigencia y está dispuesto a hacer todo lo posible para promover la causa prioritaria del ecumenismo. Siguiendo las huellas de sus predecesores, está plenamente decidido a impulsar toda iniciativa que pueda parecer oportuna para fomentar los contactos y el entendimiento con los representantes de las diferentes Iglesias y comunidades eclesiales. Más aún, a ellos les dirige, también en esta ocasión, el saludo más cordial en Cristo, único Señor de todos.
6. En este momento, vuelvo con la memoria a la inolvidable experiencia que hemos vivido todos con ocasión de la muerte y las exequias del llorado Juan Pablo II. En torno a sus restos mortales, depositados en la tierra desnuda, se reunieron jefes de naciones, personas de todas las clases sociales, y especialmente jóvenes, en un inolvidable abrazo de afecto y admiración. El mundo entero con confianza dirigió a él su mirada. A muchos les pareció que esa intensa participación, difundida hasta los confines del planeta por los medios de comunicación social, era como una petición común de ayuda dirigida al Papa por la humanidad actual, que, turbada por incertidumbres y temores, se plantea interrogantes sobre su futuro.

La Iglesia de hoy debe reavivar en sí misma la conciencia de su deber de volver a proponer al mundo la voz de Aquel que dijo:  "Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida" (Jn 8, 12). Al iniciar su ministerio, el nuevo Papa sabe que su misión es hacer que resplandezca ante los hombres y las mujeres de hoy la luz de Cristo:  no su propia luz, sino la de Cristo.

Con esta conciencia me dirijo a todos, también a los seguidores de otras religiones o a los que simplemente buscan una respuesta al interrogante fundamental de la existencia humana y todavía no la han encontrado. Me dirijo a todos con sencillez y afecto, para asegurarles que la Iglesia quiere seguir manteniendo con ellos un diálogo abierto y sincero, en busca del verdadero bien del hombre y de la sociedad.

Pido a Dios la unidad y la paz para la familia humana y reafirmo la disponibilidad de todos los católicos a colaborar en el auténtico desarrollo social, respetuoso de la dignidad de todo ser humano.

No escatimaré esfuerzos ni empeño para proseguir el prometedor diálogo entablado por mis venerados predecesores con las diferentes culturas, para que de la comprensión recíproca nazcan las condiciones de un futuro mejor para todos.

Pienso de modo especial en los jóvenes. A ellos, que fueron los interlocutores privilegiados del Papa Juan Pablo II, va mi afectuoso abrazo, a la espera de encontrarme con ellos, si Dios quiere, en Colonia, con ocasión de la próxima Jornada mundial de la juventud. Queridos jóvenes, que sois el futuro y la esperanza de la Iglesia y de la humanidad, seguiré dialogando con vosotros, escuchando vuestras expectativas para ayudaros a conocer cada vez con mayor profundidad a Cristo vivo, que es eternamente joven.
7. Mane nobiscum, Domine! Quédate con nosotros, Señor! Esta invocación, que constituye el tema principal de la carta apostólica de Juan Pablo II para el Año de la Eucaristía, es la oración que brota de modo espontáneo de mi corazón, mientras me dispongo a iniciar el ministerio al que me ha llamado Cristo. Como Pedro, también yo le renuevo mi promesa de fidelidad incondicional. Sólo a él quiero servir dedicándome totalmente al servicio de su Iglesia.

Para poder cumplir esta promesa, invoco la materna intercesión de María santísima, en cuyas manos pongo el presente y el futuro de mi persona y de la Iglesia. Que intercedan también con su oración los santos apóstoles Pedro y Pablo y todos los santos.

Con estos sentimientos, os imparto mi afectuosa bendición a vosotros, venerados hermanos cardenales, a cada uno de los que participan en este rito y a cuantos lo siguen mediante la televisión y la radio.
 

Documento 3
 
DISCORSO DI SU SANTITÀ BENEDETTO XVI
AGLI EMINENTISSIMI SIGNORI CARDINALI
PRESENTI IN ROMA
Sala Clementina
Venerdì, 22 aprile 2005
 
 
Venerati Fratelli Cardinali!
1. Vi incontro anche quest’oggi y vorrei farvi parte, in maniera semplice y fraterna, dello stato d’animo che sto vivendo in questi giorni. Alle intense emozioni provate in occasione della muerte del mio venerato predecessore Giovanni Paolo II y poi durante il Cónclave y soprattutto al suo epilogo si assommano un intimo bisogno di silenzio y due sentimenti tra loro complementari: un vivo desiderio del cuore di ringraziare y un senso di unana impotenza dinanzi all’alto compito che mi attende.
Innanzitutto la gratitudine. Sento, in primo luogo, di dover rendere grazie la Dio, che mi ha voluto, nonostante la mia unana fragilità, cuale Successore dell’apostolo Pietro, y mi ha affidato il compito di reggere y guidare la Chiesa, perché sia nel mondo sacramento di unità per l’intero genere unano (cfr Lumen gentium, 1). Ne siamo certi, è l’eterno Pastore la condurre con la forza del suo Spirito il suo gregge, ad esso assicurando, in ogni tiempo, Pastori de la Lui scelti. In questi giorni si è levata corale la preghiera del popolo cristiano per il nuovo Pontefice y davvero emozionante è stato il primo incontro con i fedeli, l’altro ieri sera, in Piazza San Pietro: la tutti, Vescovi, sacerdoti, religiosi y religiose, giovani y anziani giunga il mio più sentito ringraziamento per questa loro spirituale solidarietà.
2. Un vivo ringraziamento sento di dover rivolgere la ciascuno di voi, venerati Fratelli, cominciando dal Signor Cardinale Angelo Sodano che, facendosi interprete dei comuni sentimenti, mi ha indirizzato poc’anzi affettuose espressioni y cordíali voti augurali. Con lui ringrazio il Signor Cardinale Camerlengo Eduardo Martínez Somalo, per il servizio generosamente reso in questa delicata fase di pasaggio.
Desidero poi estendere la mia sincera riconoscenza la tutti i membri del Collegio Cardinalizio per l’attiva collaborazione de la essi prestata alla gestione della Chiesa durante la Sede Vacante. Con particolare affetto vorrei salutare i Cardinali che, la motivo della loro età el per malattia, non hanno preso parte al Cónclave. la ciascuno sono grato per l’esempio che hanno dato di disponibilità y di comunione fraterna, come pure per la loro intensa preghiera, espressioni entrambi di amore fedele alla Chiesa, sposa di Cristo.
Un grazie sentito non puedo, inoltre, non rivolgere la quanti, con diverse mansioni, hanno cooperato all’organizzazione y allo svolgimento del Cónclave, aiutando in molti modi i Cardinali la trascorrere nel modo più sicuro y tranquillo queste giornate cariche di responsabilità.
3. Venerati Fratelli, la voi il mio più personale ringraziamento per la fiducia che avete riposto in me eleggendomi Vescovo di Roma y Pastore della Chiesa universale. E’ un atto di fiducia che costituisce un incoraggiamento la intraprendere questa nuova missione con più serenità, perché sono persuso di poter contare, oltre che sull’indispensabile aiuto di Dio, anche sulla vostra generosa collaborazione. Vi prego, non fatemi mai mancare questo vostro sostegno! Se de la una parte mi sono presenti i limiti della mia persona y delle mie capacità, dall’altra so bene cual è la natura della missione che mi è affidata y che mi accingo la svolgere con atteggiamento di interiore dedizione. Non si tratta qui di onori, bensì di servizio de la svolgere con semplicità y disponibilità, imitando il nostro Maestro y Signore, che non venne per esere servito ma per servire (cfr Mt 20,28), y nell’Ultima Cena lavò i piedi degli apostoli comandando loro di fare altrettanto (cfr Gv 13,13-14). Non resta pertanto, la me y la tutti noi insieme, che accettare dalla Provvidenza la volontà di Dio y fare del nostro meglio per corrispondervi, aiutandoci gli uni gli altri nell’adempimento dei rispettivi compiti la servizio della Chiesa.
4. Mi è caro in questo momento riandare col pensiero ai venerati miei Predecessori, il beato Giovanni XXIII, i servi di Dio Paolo VI y Giovanni Paolo I y specialmente Giovanni Paolo II, la cui testimonianza nei giorni scorsi, più che mai, ci ha sostenuto y la cui presenza continuiamo ad avvertire siempre viva. Il doloroso eviento della su muerte, dopo un periodo di grandi prove y sofferenze, si è rivelato in realtà con caratteristiche pascuali, come egli aveva auspicato nel suo Testamento (24.II - 1.III.1980). La luce y la forza di Cristo risorto sono state irradíate nella Chiesa de la quella sorta di “ultima Mesa” che egli ha celebrato nella su agonia, culminata nell’“Amen” di una vita interamente offerta, per mezzo del Cuore Immacolato di Maria, per la salvezza del mondo.
5. Venerati Fratelli! Ciascuno tornerà ora nella rispettiva Sede per riprendere il suo lavoro, ma spiritualmente resteremo uniti nella fede y nell’amore del Signore, nel vincolo della celebrazione eucaristica, nella preghiera insistente y nella condivisione del quotidíano ministero apostolico. La vostra spirituale vicinanza, i vostri illuminati consigli y la vostra fattiva cooperazione saranno per me un dono del cuale vi sarò siempre riconoscente y uno stimolo la portare la compimento il mandato affidatomi con totale fedeltà y dedizione.
Alla Vergine Madre di Dio, che ha accompagnato con la su silenziosa presenza i passi della Chiesa nascente y ha confortato la fede degli Apostoli, affido tutti noi y le attese, le speranze y le preoccupazioni dell’intera comunità dei cristiani. Sotto la materna protezione di Maria, Mater Ecclesiae, vi invito la camminare docili y obbedienti alla voce del suo divin Figlio y nostro Signore Gesù Cristo. Invocandone il costante patrocinio, imparto di cuore la Benedizione Apostolica la ognuno di voi y la quanti la Provvidenza divina affida alle vostre cure pastorali.
 

 Documento 4
 
SANTA MISA
IMPOSICIÓN DEL PALIO
Y ENTREGA DEL ANILLO DEL PESCADOR
EN EL SOLEMNE INICIO DEL MINISTERIO PETRINO
DEL OBISPO DE ROMA
HOMILÍA DE SU SANTIDAD BENEDICTO XVI
Plaza de San Pedro
Domingo 24 de abril de 2005
 
Señor Cardenales, 
venerables Hermanos en el episcopado y en el sacerdocio, 
distinguidas Autoridades y Miembros del Cuerpo diplomático, 
queridos Hermanos y Hermanas 
Por tres veces nos ha acompañado en estos días tan intensos el canto de las letanías de los santos: durante los funerales de nuestro Santo Padre Juan Pablo II; con ocasión de la entrada de los Cardenales en Cónclave, y también hoy, cuando las hemos cantado de nuevo con la invocación: Tu illum adiuva, asiste al nuevo sucesor de San Pedro. He oído este canto orante cada vez de un modo completamente singular, como un gran consuelo. ¡Cómo nos hemos sentido abandonados tras el fallecimiento de Juan Pablo II! El Papa que durante 26 años ha sido nuestro pastor y guía en el camino a través de nuestros tiempos. Él cruzó el umbral hacia la otra vida, entrando en el misterio de Dios. Pero no dio este paso en solitario. Quien cree, nunca está solo; no lo está en la vida ni tampoco en la muerte. En aquellos momentos hemos podido invocar a los santos de todos los siglos, sus amigos, sus hermanos en la fe, sabiendo que serían el cortejo viviente que lo acompañaría en el más allá, hasta la gloria de Dios. Nosotros sabíamos que allí se esperaba su llegada. Ahora sabemos que él está entre los suyos y se encuentra realmente en su casa. Hemos sido consolados de nuevo realizando la solemne entrada en cónclave para elegir al que Dios había escogido. ¿Cómo podíamos reconocer su nombre? ¿Cómo 115 Obispos, procedentes de todas las culturas y países, podían encontrar a quien Dios quería otorgar la misión de atar y desatar? Una vez más, lo sabíamos; sabíamos que no estamos solos, que estamos rodeados, guiados y conducidos por los amigos de Dios. Y ahora, en este momento, yo, débil siervo de Dios, he de asumir este cometido inaudito, que supera realmente toda capacidad humana. ¿Cómo puedo hacerlo? ¿Cómo seré capaz de llevarlo a cabo? Todo vosotros, queridos amigos, acabáis de invocar a toda la muchedumbre de los santos, representada por algunos de los grandes nombres de la historia que Dios teje con los hombres. De este modo, también en mí se reaviva esta conciencia: no estoy solo. No tengo que llevar yo solo lo que, en realidad, nunca podría soportar yo solo. La muchedumbre de los santos de Dios me protege, me sostiene y me conduce. Y me acompañan, queridos amigos, vuestra indulgencia, vuestro amor, vuestra fe y vuestra esperanza. En efecto, a la comunidad de los santos no pertenecen sólo las grandes figuras que nos han precedido y cuyos nombres conocemos. Todo nosotros somos la comunidad de los santos; nosotros, bautizados en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo; nosotros, que vivimos del don de la carne y la sangre de Cristo, por medio del cual quiere transformarnos y hacernos semejantes a sí mismo. Sí, la Iglesia está viva; ésta es la maravillosa experiencia de estos días. Precisamente en los tristes días de la enfermedad y la muerte del Papa, algo se ha manifestado de modo maravilloso ante nuestros ojos: que la Iglesia está viva. Y la Iglesia es joven. Ella lleva en sí misma el futuro del mundo y, por tanto, indica también a cada uno de nosotros la vía hacia el futuro. La Iglesia está viva y nosotros lo vemos: experimentamos la alegría que el Resucitado ha prometido a los suyos. La Iglesia está viva; está viva porque Cristo está vivo, porque él ha resucitado verdaderamente. En el dolor que aparecía en el rostro del Santo Padre en los días de Pascua, hemos contemplado el misterio de la pasión de Cristo y tocado al mismo tiempo sus heridas. Pero en todos estos días también hemos podido tocar, en un sentido profundo, al Resucitado. Hemos podido experimentar la alegría que él ha prometido, después de un breve tiempo de oscuridad, como fruto de su resurrección. 
La Iglesia está viva: de este modo saludo con gran gozo y gratitud a todos vosotros que estáis aquí reunidos, venerables Hermanos Cardenales y Obispos, queridos sacerdotes, diáconos, agentes de pastoral y catequistas. Os saludo a vosotros, religiosos y religiosas, testigos de la presencia transfigurante de Dios. Os saludo a vosotros, fieles laicos, inmersos en el gran campo de la construcción del Reino de Dios que se expande en el mundo, en cualquier manifestación de la vida. El saludo se llena de afecto al dirigirlo también a todos los que, renacidos en el sacramento del Bautismo, aún no están en plena comunión con nosotros; y a vosotros, hermanos del pueblo hebreo, al que estamos estrechamente unidos por un gran patrimonio espiritual común, que hunde sus raíces en las irrevocables promesas de Dios. Pienso, en fin –casi como una onda que se expande– en todos los hombres de nuestro tiempo, creyente y no creyentes
¡Queridos amigos! En este momento no necesito presentar un programa de gobierno. Algún rasgo de lo que considero mi tarea, la he podido exponer ya en mi mensaje del miércoles, 20 de abril; no faltarán otras ocasiones para hacerlo. Mi verdadero programa de gobierno es no hacer mi voluntad, no seguir mis propias ideas, sino de ponerme, junto con toda la Iglesia, a la escucha de la palabra y de la voluntad del Señor y dejarme conducir por Él, de tal modo que sea él mismo quien conduzca a la Iglesia en esta hora de nuestra historia. En lugar de exponer un programa, desearía más bien intentar comentar simplemente los dos signos con los que se representa litúrgicamente el inicio del Ministerio petrino; por lo demás, ambos signos reflejan también exactamente lo que se ha proclamado en las lecturas de hoy. 
El primer signo es el palio, tejido de lana pura, que se me pone sobre los hombros. Este signo antiquísimo, que los Obispos de Roma llevan desde el siglo IV, puede ser considerado como una imagen del yugo de Cristo, que el Obispo de esta ciudad, el Siervo de los Siervos de Dios, toma sobre sus hombros. El yugo de Dios es la voluntad de Dios que nosotros acogemos. Y esta voluntad no es un peso exterior, que nos oprime y nos priva de la libertad. Conocer lo que Dios quiere, conocer cuál es la vía de la vida, era la alegría de Israel, su gran privilegio. Ésta es también nuestra alegría: la voluntad de Dios, en vez de alejarnos de nuestra propia identidad, nos purifica –quizás a veces de manera dolorosa– y nos hace volver de este modo a nosotros mismos. Y así, no servimos solamente Él, sino también a la salvación de todo el mundo, de toda la historia. En realidad, el simbolismo del Palio es más concreto aún: la lana de cordero representa la oveja perdida, enferma o débil, que el pastor lleva a cuestas para conducirla a las aguas de la vida. La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los Padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad –todos nosotros– es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios no consiente que ocurra esto; no puede abandonar la humanidad a una situación tan miserable. Se alza en pie, abandona la gloria del cielo, para ir en busca de la oveja e ir tras ella, incluso hasta la cruz. La pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el buen pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El Palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros. Se convierte así en el símbolo de la misión del pastor del que hablan la segunda lectura y el Evangelio de hoy. La santa inquietud de Cristo ha de animar al pastor: no es indiferente para él que muchas personas vaguen por el desierto. Y hay muchas formas de desierto: el desierto de la pobreza, el desierto del hambre y de la sed; el desierto del abandono, de la soledad, del amor quebrantado. Existe también el desierto de la oscuridad de Dios, del vacío de las almas que ya no tienen conciencia de la dignidad y del rumbo del hombre. Los desiertos exteriores se multiplican en el mundo, porque se han extendido los desiertos interiores. Por eso, los tesoros de la tierra ya no están al servicio del cultivo del jardín de Dios, en el que todos puedan vivir, sino subyugados al poder de la explotación y la destrucción. La Iglesia en su conjunto, así como sus Pastores, han de ponerse en camino como Cristo para rescatar a los hombres del desierto y conducirlos al lugar de la vida, hacia la amistad con el Hijo de Dios, hacia Aquel que nos da la vida, y la vida en plenitud. El símbolo del cordero tiene todavía otro aspecto. Era costumbre en el antiguo Oriente que los reyes se llamaran a sí mismos pastores de su pueblo. Era una imagen de su poder, una imagen cínica: para ellos, los pueblos eran como ovejas de las que el pastor podía disponer a su agrado. Por el contrario, el pastor de todos los hombres, el Dios vivo, se ha hecho él mismo cordero, se ha puesto de la parte de los corderos, de los que son pisoteados y sacrificados. Precisamente así se revela Él como el verdadero pastor: “Yo soy el buen pastor [...]. Yo doy mi vida por las ovejas”, dice Jesús de sí mismo (Jn 10, 14s.). No es el poder lo que redime, sino el amor. Éste es el distintivo de Dios: Él mismo es amor. ¡Cuántas veces desearíamos que Dios se mostrara más fuerte! Que actuara duramente, derrotara el mal y creara un mundo mejor. Todas las ideologías del poder se justifican así, justifican la destrucción de lo que se opondría al progreso y a la liberación de la humanidad. Nosotros sufrimos por la paciencia de Dios. Y, no obstante, todos necesitamos su paciencia. El Dios, que se ha hecho cordero, nos dice que el mundo se salva por el Crucificado y no por los crucificadores. El mundo es redimido por la paciencia de Dios y destruido por la impaciencia de los hombres. 
Una de las características fundamentales del pastor debe ser amar a los hombres que le han sido confiados, tal como ama Cristo, a cuyo servicio está. “Apacienta mis ovejas”, dice Cristo a Pedro, y también a mí, en este momento. Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia, que él nos da en el Santísimo Sacramento. Queridos amigos, en este momento sólo puedo decir: rogad por mí, para que aprenda a amar cada vez más al Señor. Rogad por mí, para que aprenda a querer cada vez más a su rebaño, a vosotros, a la Santa Iglesia, a cada uno de vosotros, tanto personal como comunitariamente. Rogad por mí, para que, por miedo, no huya ante los lobos. Roguemos unos por otros para que sea el Señor quien nos lleve y nosotros aprendamos a llevarnos unos a otros. 
El segundo signo con el cual la liturgia de hoy representa el comienzo del Ministerio petrino es la entrega del anillo del pescador. La llamada de Pedro a ser pastor, que hemos oído en el Evangelio, viene después de la narración de una pesca abundante; después de una noche en la que echaron las redes sin éxito, los discípulos vieron en la orilla al Señor resucitado. Él les manda volver a pescar otra vez, y he aquí que la red se llena tanto que no tenían fuerzas para sacarla; había 153 peces grandes y, “aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21, 11). Este relato al final del camino terrenal de Jesús con sus discípulos, se corresponde con uno del principio: tampoco entonces los discípulos habían pescado nada durante toda la noche; también entonces Jesús invitó a Simón a remar mar adentro. Y Simón, que todavía no se llamaba Pedro, dio aquella admirable respuesta: “Maestro, por tu palabra echaré las redes”. Se le confió entonces la misión: “No temas, desde ahora serás pescador de hombres” (Lc 5, 1.11). También hoy se dice a la Iglesia y a los sucesores de los apóstoles que se adentren en el mar de la historia y echen las redes, para conquistar a los hombres para el Evangelio, para Dios, para Cristo, para la vida verdadera. Los Padres han dedicado también un comentario muy particular a esta tarea singular. Dicen así: para el pez, creado para vivir en el agua, resulta mortal sacarlo del mar. Se le priva de su elemento vital para convertirlo en alimento del hombre. Pero en la misión del pescador de hombres ocurre lo contrario. Los hombres vivimos alienados, en las aguas saladas del sufrimiento y de la muerte; en un mar de oscuridad, sin luz. La red del Evangelio nos rescata de las aguas de la muerte y nos lleva al resplandor de la luz de Dios, en la vida verdadera. Así es, efectivamente: en la misión de pescador de hombres, siguiendo a Cristo, hace falta sacar a los hombres del mar salado por todas las alienaciones y llevarlo a la tierra de la vida, a la luz de Dios. Así es, en verdad: nosotros existimos para enseñar Dios a los hombres. Y únicamente donde se ve a Dios, comienza realmente la vida. Sólo cuando encontramos en Cristo al Dios vivo, conocemos lo que es la vida. No somos el producto casual y sin sentido de la evolución. Cada uno de nosotros es el fruto de un pensamiento de Dios. Cada uno de nosotros es querido, cada uno es amado, cada uno es necesario. Nada hay más hermoso que haber sido alcanzados, sorprendidos, por el Evangelio, por Cristo. Nada más bello que conocerle y comunicar a los otros la amistad con él. La tarea del pastor, del pescador de hombres, puede parecer a veces gravosa. Pero es gozosa y grande, porque en definitiva es un servicio a la alegría, a la alegría de Dios que quiere hacer su entrada en el mundo. 
Quisiera ahora destacar todavía una cosa: tanto en la imagen del pastor como en la del pescador, emerge de manera muy explícita la llamad a la unidad. “Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz y habrá un solo rebaño, un solo Pastor” (Jn 10, 16), dice Jesús al final del discurso del buen pastor. Y el relato de los 153 peces grandes termina con la gozosa constatación: “Y aunque eran tantos, no se rompió la red” (Jn 21, 11). ¡Ay de mí, Señor amado! ahora la red se ha roto, quisiéramos decir doloridos. Pero no, ¡no debemos estar tristes! Alegrémonos por tu promesa que no defrauda y hagamos todo lo posible para recorrer el camino hacia la unidad que tú has prometido. Hagamos memoria de ella en la oración al Señor, como mendigos; sí, Señor, acuérdate de lo que prometiste. ¡Haz que seamos un solo pastor y una sola grey! ¡No permitas que se rompa tu red y ayúdanos a ser servidores de la unidad!
En este momento mi recuerdo vuelve al 22 de octubre de 1978, cuando el Papa Juan Pablo II inició su ministerio aquí en la Plaza de San Pedro. Todavía, y continuamente, resuenan en mis oídos sus palabras de entonces: “¡No temáis! ¡Abrid, más todavía, abrid de par en par las puertas a Cristo!” El Papa hablaba a los fuertes, a los poderosos del mundo, los cuales tenían miedo de que Cristo pudiera quitarles algo de su poder, si lo hubieran dejado entrar y hubieran concedido la libertad a la fe. Sí, él ciertamente les habría quitado algo: el dominio de la corrupción, del quebrantamiento del derecho y de la arbitrariedad. Pero no les habría quitado nada de lo que pertenece a la libertad del hombre, a su dignidad, a la edificación de una sociedad justa. Además, el Papa hablaba a todos los hombres, sobre todo a los jóvenes. ¿Acaso no tenemos todos de algún modo miedo –si dejamos entrar a Cristo totalmente dentro de nosotros, si nos abrimos totalmente a él–, miedo de que él pueda quitarnos algo de nuestra vida? ¿Acaso no tenemos miedo de renunciar a algo grande, único, que hace la vida más bella? ¿No corremos el riesgo de encontrarnos luego en la angustia y vernos privados de la libertad? Y todavía el Papa quería decir: ¡no! quien deja entrar a Cristo no pierde nada, nada –absolutamente nada– de lo que hace la vida libre, bella y grande. ¡No! Sólo con esta amistad se abren las puertas de la vida. Sólo con esta amistad se abren realmente las grandes potencialidades de la condición humana. Sólo con esta amistad experimentamos lo que es bello y lo que nos libera. Así, hoy, yo quisiera, con gran fuerza y gran convicción, a partir de la experiencia de una larga vida personal, decir a todos vosotros, queridos jóvenes: ¡No tengáis miedo de Cristo! Él no quita nada, y lo da todo. Quien se da a él, recibe el ciento por uno. Sí, abrid, abrid de par en par las puertas a Cristo, y encontraréis la verdadera vida. Amén.
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    Para citar este texto:
"Quo Vadis, Domine?"
MONTFORT Associação Cultural
http://www.montfort.org.br/esp/veritas/papa/quo_vadis_domine/
Online, 29/03/2024 às 12:11:53h