Historia

General Franco y la persecución religiosa en España
PERGUNTA
Nome:
P.
Enviada em:
15/09/2005
Local:
Caldas de Reyes. Pontevedra -
Religião:
Católica
Idade:
43 anos
Profissão:
sacerdote

Estimado Profesor: quiero agradecer la preciosa labor apostólica que está realizando a través de la página web. Le felicito, sobre todo, por el profundo amor a la Iglesia que se deja entrever en sus repuestas. También es de alabar la valentía en la exposición de su pensamiento, en todo fiel a la Santa Iglesia, y uno de cuyos valores es el apartamiento de la dictadura del <> que se ha impuesto no sólo en la sociedad, sino también en grandes áreas de la Iglesia.
Como admirador de su capacidad de reflexión y de sus profundos y amplios conocimientos me permito pedirle tuviera a bien responderme a una pregunta.
En su respuesta a una carta sobre la entrevista entre el Santo Padre y Dom Fellay usted dice no estar de acuerdo con aquellos miembros de la Hermandad San Pío X que son defensores de Franco.
Yo no pertenezco a la Hermandad. Soy un sacerdote diocesano de España. Sin embargo, la opinión que tengo sobre el General Franco no es negativa, sobre todo desde el punto de vista de su condición de católico, su actuación para librar a la Iglesia del extermino hacia el que era conducida por la terrible persecución religiosa que regó de sangre la tierra española y que produjo más mártires que las mismas persecuciones romanas, según el decir de Monseñor José Guerra Campos.
( 12 Obispos, más de cuatro mil sacerdotes diocesanos. Unos 2.648 religiosos. <> Pío XI, Divini Redemptoris).
En 1968 Pablo VI testimonia a Franco el debido aprecio por la gran obra que ha llevado a cabo en favor de la prosperidad material y moral de la Nación española y por su interés eficaz en el resurgimiento de las instituciones católicas después de la guerra civil. Y entre los años 1937-1968 hay más de veinticinco declaraciones públicas de los Obispos y de la Santa Sede en las que se alababa, juntamente con la ejemplaridad personal de Francisco Franco, su voluntad de servir a la Iglesia y la decisión de proyectar en la vida pública su condición de cristiano y la ley de Dios proclamada por el Magisterio eclesiástico.
Es por ello que me ha sorprendido su afirmación. Agradecería muchísimo unas palabras suyas al respecto. Perdone la molestia, pues soy consciente del tremendo trabajo que se ha impuesto.
Me despido animándole en su empresa apostólica y encomendado a los Sagrados Corazones su persona y su obra.
RESPOSTA

Muy reverendo y estimado  Padre Manuel Folgar,
Ave Maria purísima !
 
    Su misiva es para mi fuente de grande honor. Recibir tanta consideración por parte de un sacerdote me deja lleno de alegría, y también un tanto confuso por no sentirme merecedor de sus bondadosas palabras. Muchas gracias, Padre, y que Dios le pague.
    Padre, ruego que usted se acuerde mi en sus Misas, para que yo alcance misericordia y perdón de Nuestro Señor a Quien tanto ofendí, y a Quien sirvo tan débilmente, y tan mal.
    Me gustaría mantener contacto con usted, para que tuviese un buen consejero, o que me pudiese advertir de algún error que yo pueda cometer en mis escritos. Esto seria para mí una ayuda preciosa.
    Me quedo un poco en posición delicada por dar opinión sobre un problema histórico de España, problema que no me concierne directamente. Pero respetando su parecer, y mirando tan solo a la gloria de Dios, sin querer ofender de manera alguna los españoles que piensan diversamente, me atrevo a contestarle sobre la cuestión del general Franco.
    Claro que yo no tengo los dados históricos que usted debe poseer.
    Claro también que estoy totalmente de acuerdo con los que libraron España del terror comunista y anarquista, en la Cruzada de 1936-1939.
    Yo era muy niño entonces, pero ya seguía con interés y con entusiasmo la heroica lucha por la liberación del Alcázar de Toledo, una de los hechos más heroicos y más admirables que hubo en la Historia
    Estuvo entonces, aunque muy niño, y estoy hasta hoy, por España católica, por supuesto, contra los comunistas, los socialistas, los anarquistas, y los demócratas cristianos que se quedaran neutrales o simpatizantes de los rojos de todos los matices.
    Usted podrá leer en el site Montfort un articulo que escribí, hace muchos años,-- Era noche en España -- diciendo toda mi admiración por los mártires españoles de la Guerra Civil.
    Padre, podrá usted comprender lo que pienso del papel de España y de Portugal en la Historia en mi articulo Vocación del Brasil.
    Si no soy español de sangre y por nacimiento, lo soy por admiración.   
    Claro que se pueden tributar al General Franco grandes méritos por la lucha y la victoria en la Cruzada.
    Lo que critico particularmente es la exagerada admiración de ciertas personas por Franco, que lo ven casi como un santo, cosa que el no fue de ninguna manera.
    Sin querer menoscabar los meritos de su participación en la victoria, distingo algunas sombras su política.
    Algunos tradicionalistas franceses, o latino americanos, lo tratan, casi como si Franco pudiera ser un día canonizado.
    Ahora bien, Franco se declaró republicano al entrar en Sevilla. Al ser recibido por Queipo de Llano en Sevilla, Franco, en esa ocasión, besó la bandera republicana y declaró que esa era su bandera, y que no permitiría que la quitasen.
    Después, se alió a los falangistas fascistas de Primo de Rivera.
    Su gobierno dictatorial tuvo características semejantes al gobierno fascista. 
    El hizo el Valle de los Caídos, un cementerio un tanto ecuménico para borrar diferencias entre vencidos y vencedores, entre los mártires y los verdugos, que es como se pusieron los restos mortales de Nerón en las catacumbas de San Calixto.
    Y si se quiere aquilatar la obra de Franco, páreseme, Padre, que se debería comparar España del 1936, con la España a la muerte de Franco.
    ¿Después de la muerte de Franco, que existía aún de la España del Alzamiento?
    Muy poco, desgraciadamente.
    Que queda, Padre, hoy de los católicos del 1936?
    Muy poco desgraciadamente.
    La España de Zapatero es muy semejante a la España de Azaña, menos -- ¿y por cuánto tiempo aún? -- los incendios de iglesias y los martirios de sacerdotes y monjas.
    ¿Y quien  puede decir si hay, hoy día, en España, sacerdotes, frailes y monjas capaces de ir al paredón?
    Algunas noticias recientes me dicen que España no murió.
    Deo gratias!
    Pero es evidente que no hay más el mismo fervor del tiempo del Alzamiento.
    No veo un Cardenal Segura hoy día.
    Es cierto que mucho de la devastación que se asiste en España del Zapatero se debe a la destrucción causada por el Vaticano II.
    ¿Pero nada se puede atribuir al gobierno de Franco?
    ¿No quebró ese gobierno mucho del espíritu de resistencia del pueblo español?
    ¿Que juventud católica fue preparada en los longos años de su gobierno?
    Perdóneme, Padre, el exprimirme con tanta franqueza, pero creo yo que esa franqueza y lealtad al hablar será muy bien entendida por un sacerdote católico que es también un español verdadero.
    Rogándole, Padre que rece por mi, y que me distinga con su amistad y orientación, me despido.
 
In Corde Jesu, semper,
Orlando Fedeli